época principalmente por dos razones: colaboraban con el poder ocupante romano, lo que los hacía ver como traidores a su propio pueblo, y se enriquecían a costa de la población mediante la recaudación de impuestos excesivos, a menudo recurriendo a la extorsión y al fraude. Su oficio era social y moralmente reprobable para el pueblo judío, ya que los impuestos eran para la tesorería de los romanos y su método de cobro era abusivo.
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