“Nací en Humocaro Bajo, capital del Municipio Moran
del estado Lara, el 03 de agosto de 1941, donde mi madre Genoveva Delima de
Gallego fue parteada por un doctor de apellido Cuesta, de origen ecuatoriano,
único en aquellas soledades que componían la Venezuela rural donde vi la luz
por vez primera.”
“Mi padre, Antonio Salvador Gallego Fernández, era de
origen español, andaluz por más señas, no así mi madre que era larense, hija de
maracucho casado con mi abuela Clotilde Delima Lara, de origen también mezclado
entre español catalán y venezolano descendiente de indígenas, se suponen
chibchas. Mi abuelo materno Juan Delima López era hijo de holandés, judio
sefardí casado con curazoleña afrodescendiente; se comentaba en la familia que
este holandés viajó en más de una oportunidad en velero a Los Taques, Falcón,
ya que era comerciante.”
“Como mi padre era español peninsular del sur, es
decir de Andalucía, tierra dominada por más de 800 años por árabes del norte de
África, puede suponerse que a través de él nos llegaba a mí y mis hermanos un
refuerzo de herencia árabe-africana proveniente de los moros, que tanto gustan
de las trigueñas bellas.”
“Para esa época, por supuesto yo no tenia ni idea del
‘cosmopolitismo’ de la sangre que mis padres me brindaban, lo que si sabía era que
corretear por aquellos campos primaverales, propios del pie de monte andino
donde están situados, llenaba mi corazón de alegría mientras saboreaba las uvas
que mi padre sembraba en una hacienda propiedad del Sr. Víctor Gil García, con
quien se había asociado para desarrollar aquel viñedo. Mi padre fue pionero en
el siglo XX, con la siembra de uvas en la zona.”
“Cuando tenía 6 años de edad, mis padres rompieron el
contrato con Don Víctor -como le llamaban al terrateniente- y regresaron a
Caracas, de donde habían salido a finales de la década de los ´30, porque los
prejuicios de la época hacían que los hermanos de mi madre no gustaran de aquel
‘musiú’ que “quien sabe a qué vendría a nuestro país”, y ahora “hablaba de casarse
con Genoveva.”
“Mamá había quedado viuda muy joven, de un primer
matrimonio donde tuvo un hijo que murió atropellado por uno de los pocos
automóviles que circulaban en Caracas, ciudad donde había llegado su familia
después de un largo periplo que la llevó de Barquisimeto a San Felipe, Valencia
y por último a la capital de la República.”
“En la época era obligación de los hermanos varones
estar pendientes de sus hermanas, más aún si eran viudas o divorciadas en los
raros casos que ésto sucedía para evitar “deshonras” a la familia, ya que
cualquier avispado podía acercarse a la dama en cuestión pensando que era
‘mango bajito’ que podría cosechar.”
“Se llevaron por esa razón los ‘guardias de honor’ a
mi madre a Barquisimeto, ignorando que el amor cuando llega encuentra los
caminos para comunicarse, aunque los accesos sean difíciles. Mi padre, que no
conocía Venezuela, se marchó a aventurar al interior, consiguió a mamá, se
casaron... y aquí estoy yo echando el cuento.”
“Al regresar a Caracas fuimos a vivir a La Pastora, mi
madre regresaba con sus tres primeros hijos, de este matrimonio con el
‘españolito’, con quien luego tuvo otros tres hijos, uno en Caracas y otros dos
en Camatagua, Aragua, pues mi padre hizo un negocio lucrativo con una estación
de gasolina en aquel pueblo, pero eso fue mucho después.”
“La vida en Venezuela se transformaba rápidamente en
política, de golpe en golpe de estado, ocurridos apenas finalizada la II Guerra
Mundial. Desde la muerte de Juan Vicente Gómez, su Ministro de Guerra y Marina,
Eleazar López Contreras, se ocupó de la transición y puso en primer plano el
lema ‘calma y cordura’, con el cual logró manipular la oposición que lideraba
en esos tiempos Jóvito Villalba, líder de URD.”
“López Contreras entregó la banda presidencial a
Isaias Medina Angarita, electo en elecciones indirectas, y luego quiso volver a
la presidencia, pero Medina se opuso y surgió una candidatura de consenso en la
figura del doctor Diógenes Escalante, quien poco antes de las elecciones perdió
la razón, y al no encontrarse otra persona que reuniera sus condiciones, los
adecos con Rómulo Betancourt al frente, se unieron al grupo de militares
comandados entre otros por Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez y dieron el
primer golpe de Estado post gomecista en octubre de 1945.”
“Surgió una junta de gobierno presidida por Rómulo
Betancourt, que preparó elecciones directas y secretas con opción de votar para
todos, y así se eligió por primera vez en nuestra historia un presidente democrático,
elección que recayó en Don Rómulo Gallegos. Poco antes de su elección regresa
mi familia desde Humocaro a Caracas a vivir a La Pastora y estando allí, en
1948 fundaron la OEA y asesinaron a Gaitán en Colombia, dando origen al “Bogotazo”
y comienzo a una guerra civil que duró más de 50 años. El año 52 nos
preparábamos para un retorno a Barquisimeto, donde escuchamos por radio del
asesinato de Delgado Chalbaud y el ascenso al poder del dictador Marcos Pérez
Jiménez.”
“En la ‘ciudad de los crepúsculos’ mi padre hizo
varios negocios, terminando por volver a la agricultura. Mi madre le ayudaba
además de atender los cuatro hijos que ya éramos, contando el nacido en
Caracas, Antonio, que estaba de meses. Mamá hacía empanadas y yo por ser el mayor
de los hijos con siete años, salía a venderlas. Después, cuando nos radicamos
de nuevo en el campo y padre se reintegró a la agricultura, madre consiguió un
trabajo de oficinista en una dependencia de fármacos y asuntos químicos
relacionados con la salud adscrita a una oficina del gobierno.”
“Las cosas no marchaban bien en lo económico, y
gracias al contacto de un familiar surgió una nueva posibilidad de negocios,
esta vez en Camatagua, Aragua, donde fuimos a parar y como ya referí nacieron
mis dos últimos hermanos.”
“En ese entonces florecía “El Nuevo Ideal Nacional”
con Marcos Perez Jimenez como dictador al frente, y en Egipto Gamal Abdel
Nasser cerraba el canal de Suez impidiendo el paso del petróleo saudita hacia Occidente.
Atacado por una confabulación de países europeos y los EE.UU. por haber
derrotado al Rey Farouk, el joven Coronel fue apoyado por la U.R.S.S. y la Guerra
Fría congeló el planeta mientras el petróleo venezolano subió de precio hasta
niveles nunca vistos en esa época. Nuestra población alcanzaba para ese entonces
los 4 millones de habitantes.”
“Éramos la fuente de confianza total energética para
los EE.UU. y los golpes de Estado en nuestro país le mostraban al imperio que
valía la pena todos los esfuerzos hechos para consolidar su posición de manejo
del ‘oro negro’ que salía a raudales, conjuntamente con el asfalto, rumbo al norte
a pavimentar autopistas y carreteras, mantener portaviones y desarrollar la
aviación y la tecnología norteamericana y europea, mientras nuestro país se
llenaba de carros, y cuanta cosa producían en USA, pero yo, en Camatagua
repetía el tercer grado por “enèsima” vez en la casita de bahareque donde
funcionaba la ecuela del maestro Estílito y los amigos de papá le hacían bromas
diciéndole: “Gallego, saca ese muchacho de la escuela, que ya sabe más que
Estílito.”
“Mi madre, siempre alerta con la educación, arregló
para que un tío que vivía en Guatire se hiciera cargo de mi y así pude
continuar mis estudios hasta alcanzar el 6º grado, con una pasantía de casi un
año por el Seminario Interdiocesano de Caracas, donde se suponía
equivocadamente, que me quedaría hasta graduarme de sacerdote.”
“A los 13 años salí de sexto grado. Graves sucesos
habían ocurrido en mi família, pues mi padre tuvo un enorme accidente en la
estación de Servicio de su propiedad, que se incendió y él, heroicamente, para
evitar que el tanque de no recuerdo cuántos litros del inflamable líquido
explotara, tapó con su cuerpo la boca del mismo y las llamas lo envolvieron.”
“El tanque no explotó. Mi padre logró taparlo a costa
de sufrir graves quemaduras que le mantuvieron hospitalizado por dos años. Se
perdieron todos sus negocios, que eran varios: un matadero, un pilón de maíz y
por supuesto la estación de servicio. Los ahorros se agotaron y mi madre, que
actuaba de enfermera cuidándolo en el hospital, tuvo que mudarse a San Sebastián
de los Reyes con sus tres últimos vástagos, mientras los tres mayores fuimos a
parar donde diferentes familiares. Yo estaba en Guatire.”
“Al final, con papá fuera del hospital, pero inválido,
empezó su rehabilitación con un tratamiento ‘científico’ endógeno creado por
él. Amarraba una hamaca en alto y de allí se colgaba a veces del brazo encogido
o de la pierna agarrotada tratando de estirar los tendones recogidos por el
fuego. Había sufrido 27 operaciones y trasplantes de piel y los médicos le
habían augurado que no caminaría más, pero su tozudez pudo más que las doctas
opiniones.”
“Madre había vuelto a ejercer como maestra, como había
hecho en los años 30 en Yaracuy, pero esta vez en Miranda, Caucagua y luego
Guatire, donde mi tío era el jefe de estación de telégrafos. Más tarde, mamá
pidió cambio para Aragua, y nos radicamos en La Victoria, camino a la Colonia
Tovar, pues la nombraron maestra rural, lo que le daba derecho a vivienda.
Padre ya caminaba para asombro de los médicos de la época, y el dictador se veía
más firme que nunca en el poder.”
“Mis padres decidieron que yo estudiara una carrera
técnica que me incorporara al mercado de trabajo, y comencé a estudiar para
radiotelegrafista en Maracay, alojándome en casa de una tía en el barrio de
Santa Rosa y apoyando las labores económicas como dependiente de la bodega ‘El
Tigre’ propiedad de mi tío. El curso técnico duraba 2 años, el cual cumplí a
satisfacción y me gradué consiguiendo empleo enseguida. El último año de
estudio tuve que pasarlo en Caracas y trabajé como office boy (muchacho de
mandados) en el Banco Unión. Logré culminar mis estudios con óptimas
calificaciones.”
“En el interin, Marcos Perez Jiménez, que había
recibido a Perón cuando pasó por Venezuela viniendo derrotado de Argentina, en
su huida hacia España tres años antes, ahora enfrentaba una rebelión militar que
comenzó en Maracay, comandada por Hugo Trejo, de la cual fuí testigo
participante, la cual culminó el 23 de enero del 58, donde obtuve mi diploma de
graduación política.”
“El descontento con su gobierno opresor y asesino
alcanzó el climax cuando llamó a elecciones, y perdió por paliza una vez más,
pues ya había perdido en 1952 frente a Jóvito Villalba a quien envió al exilio.
Esta vez una Junta Patriótica, comandada por Fabricio Ojeda (URD) e integrada
por el PCV y AD lograron aglutinar las mayorías en torno al “NO” en un
plebiscito que convocó el dictador.”
“A pesar de dar resultados falsos a favor de su
partido FEI (Frente Electoral Independiente) todo el mundo sabía que tales
resultados no respondían a la voluntad popular y el llamado a huelga general
contra el régimen, hecho por la Junta Patriótica que comandaba Fabricio Ojeda,
se cumplió cabalmente para acabar con el oprobioso gobierno militar. Por otra
parte, tras bambalinas, Marcos Pérez Jiménez había perdido el favor de los
EE.UU. por una serie de medidas económicas de corte independiente, que
molestaba a los consorcios petroleros, entre ellos la creación de la
Petroquímica de Morón.”
“Las cosas comenzaban a cambiar en Latinoamérica, y
los dictadores caían como barajitas en la Patria Grande: Perón, Odría, Rojas
Pinilla, Marcos Pérez Jiménez... La tesis peronista de una serie de gobiernos
militares que pudieran conllevar a la independencia de Latinoamérica de los
EE.UU. parecía fracasar irremediable-mente. Mientras tanto, en Cuba ocurría
algo inédito. En las montañas de la Sierra Maestra un grupo que recordaba el
pequeño “ejército loco” de Sandino en Nicaragua, crecía sin cesar a pesar que
el presidente dictador Fulgencio Batista, apoyado por los yankees, arremetía a
sangre y fuego contra ellos.”
“Un año después triunfaría la Revolución Cubana con
Fidel al frente. Mi padre, entre pitidos y chiflidos, oía por radio las
retramsmisiones que hacía Radio Rumbos copiando a ‘Radio Rebelde’, que desde la
Sierra trasmitía las proclamas de Fidel. Yo no me las perdía, aunque era poco
lo que se oía con tanta interferencia.”
“Al graduarme como radiotelegrafista, el Ministerio de
Comunicaciones me dió trabajo y me mandaron para El Yagual en el estado Apure,
de allí me cambiaron para Elorza y más tarde fui a parar a Pto. Cabello,
Maracay, Caracas y hasta allí llegué en mi primera carrera laboral.”
“A Pérez Jiménez le sucedió una Junta presidida por su
compadre Wolfgang Larrazábal, un marino buenmozote que les movía el piso a las
pavas venezolanas de la época y que fue apoyado por las fuerzas de izquierda y
URD en las elecciones donde terminó ganando AD, con Rómulo Betancourt como
candidato.”
“Por confesiones que me hiciera el ‘Ronco’ Moisés
Moleiro, dirigente fundador del MIR, años después, Betancourt logró la
nominación como candidato gracias al sectarismo de sus compañeros dentro de
A.D, ya que el grupo de Raúl Ramos Jiménez -quien después abandonaría también
al partido, fundando AD Ars-, les propuso una alianza para derrotar esa
candidatura con otro candidato, y ellos no aceptaron porque ‘ellos no pactaban
con conservadores’.
“Desde mi trabajo en Apure yo seguía los
acontecimientos, sobre todo por la radio. Había vivido plenamente el 23 de Enero.
Admiraba a los jóvenes universitarios con su emblema rojo en el brazo y la
boina, que indicaba su pertenencia a las fuerzas revolucionarias de entonces.
Comenzamos a conocer los intríngulis de la lucha de los mayores contra Marcos Pérez
Jímenez y una vez derrocado el dictador se dió la visita de Richard Nixon, vicepresidente
de los EE.UU. que vino a Venezuela, y con su visita produjo una reacción
explosiva que casi produce una intervención militar gringa en nuestra Patria.
El sentimiento antiyankee se profundizó en mi, y no tardé mucho en hacerme comunista.
La decisión fue mía, ello rompía con las influencias familiares. Poco a poco
iba consolidando una personalidad propia.”
“El salto fue mortal y definitivo. Desde entonces 1957
milito activamente en la izquierda, pero mis comienzos militantes fueron en
Copei, dada la influencia religiosa que privaba en mi y la influencia de mi
padre que había conocido al Dr. Rafael Caldera en su juventud y admiraba al fundador
de copei.”
“En esos años conocí en La Victoria una familia
comunista, los Saltrón Negretti, parientes cercanos de secretario general del
Partido Comunista de Venezuela, Pompeyo Márquez, y comencé una amistad con
Germán que se ha prolongado por más de 60 años. En unión con él y otros amigos
jóvenes como nosotros que llegaron de Caracas a su casa, decidimos irnos a la
guerrilla de un día para otro y abandonamos familia, trabajo, novias,
prácticamente sin avisar. Sólo dejando una carta con Giovanina, la hermana de
Germán, para que fuera entregada a mis padres dándoles parte de mi decisión.”
“Giova tenía 15 años y pasaron muchos antes que yo me
enterara que tardó dos meses sin entregar la misiva porque tenía miedo de
hacerlo. El 03-03-1962, sin embargo, se vió obligada a cumplir el encargo, pues
en esa fecha nos hicieron presos tratando de alcanzar el frente “Libertador” en
el estado Portuguesa, debido a que el jeep donde nos trasladábamos estaba
fichado por la Digepol y nos detuvo una alcabala móvil que nos hizo
prisioneros. La noticia salió por todos los periódicos y emisoras de radio, y
así todo el mundo supo donde andábamos los conjurados. Entre tanto, entre
planazos, golpes y conatos de fusilamiento, los digepoles intentaban extraer
inútilmente información de nosotros. Todos mis compañeros y yo dimos una
respuesta digna a sus requerimientos: No teníamos información que dar.”
“Mis padres dejaron de sufrir angustiosas búsquedas y
pudieron visitarnos en la cárcel unas semanas después. Prisioneros por intentar
alcanzar la guerrilla, deslumbrados con la gesta cubana, la exitosa visita que
los revolucionarios barbudos habían hecho a Venezuela, donde supimos del Ché y
de Camilo Cienfuegos, los jóvenes inexpertos que entonces éramos pensábamos que
era cosa de pocos meses repetir la hazaña de los invasores del Granma.”
“En la cárcel de El Vigía en La Guaira recibí la
visita de mi padre. Francamente, yo no esperaba que aquel primer día de visita
él viniera a verme. Los últimos meses habían sido de contínuos choques entre
los dos en esa inconsciente reacción, a veces irreverente, del adolescente que
intenta afirmar su personalidad y saltar a la condición de “adulto” contra el
apego de su padre a la costumbre de imponer su voluntad, lo que se traducía en
utilización de la fuerza bruta; sin embargo, fue él quien primero asomó en el
horizonte cojeando ligeramente, con una bolsa de mercado que debió ser pesada
para su condición, dándome una de las lecciones de amor más importantes de mi
vida.”
“En mi aval revolucionario contaba con algunas
lecturas de panfletos distribuidos por el PCV, algunas reuniones organizativas
donde oimos discursos de Argelia Laya y los discursos inflamados de fervor
patriota y marxista leninista de Domingo Alberto Rangel y Fidel. También algunas
acciones de pegar panfletos y lanzar bombas molotov contra carros de CADAFE...
En la cárcel comenzaron a llegar libros y camaradas formados en luchas
sindicales, y por el conocimiento que nos introdujeron en manuales de distinto
tipo, filosóficos, de economía política, etc. quedamos agradecidos, pues ellos
nos llevaron más tarde a lecturas directas de Marx, Engels, diferentes
filósofos, novelistas, Simón Rodríguez, Bolívar, Miranda, Páez...”
“Estando allí nos sorprendió ‘El Carupanazo’ con
Molina Villegas al frente. Ese movimiento nos reafirmó en la idea que pronto
caería “el gobiernito”, pero la vida nos mostró la realidad nefasta de tener
que esperar 40 años para ver surgir una esperanza enmarcada dentro de nuestras
expectativas.”
“Nos cambiaron de cárcel una vez más. Antes habíamos
pasado de la Digepol de Guanare a la sede de la Guardia Nacional y de allí al
Retén de El Junquito en Caracas, para llegar a El Vigía. ahora nos llevaron al
Castillo Libertador de Puerto Cabello, donde la Marina nos trató bastante bien.
Comiamos suficiente, nos dieron visita regular y nos permitían el paso de
libros. La vida en la cárcel empezaba regularizarse y dividiamos el tiempo
entre estudio colectivo con los compañeros universitarios dictando cursos de
economía, filosofía, política, inglés y los estudios individuales, que en mi
caso tenían preferencia por la economía política y la filosofía... el resto
eran novelas escogidas de autores rusos, chinos, venezolanos, latinoamericanos,
norteamericanos...en fin de la literatura mundial.”
“En eso estábamos cuando el 02 de junio de aquel año
nos sorprendió “El Porteñazo” Insistimos ante las autoridades para que nos liberaran,
y por otra parte Germán Lairet, Gastón Carvallo y otros revolucionarios se
unieron a los militares en armas. Eran los civiles complotados que venían en
nombre del PCV y del MIR para incorporarse a la lucha y exigieron que nos
liberaran, cosa que hicieron Ponte Rodríguez y Pedro Medina Silva, quienes
después nos dotaron de armas, y con ellas nos incorporamos a la lucha.”
“Ese fue mi bautizo de fuego. Los aviones nos lanzaron
bombas y rockets. El batallón Carabobo vino desde Valencia y sufrió el
descalabro de ‘La Alcantarilla’. Nosotros estábamos en el Liceo ‘Miguel Peña’
donde, hasta hacía algunos meses, yo cursaba el 1er año de bachillerato
nocturno. Pasé armado por el frente de la oficina de radiocomunicaciones sin
que nadie le diera alguna importancia al hecho de aquel centro de comunicaciones.”
“Aquella noche nos dieron una misión: allanar el
edificio de oficiales, porque estaban enviando señales de luz desde los buques
que no se habían plegado al movimiento, las cuales eran contestadas desde el
lugar. Fuimos, y yo era el encargado del aspecto técnico, pero las señales dejaron
de ser enviadas. Una dama medio encopetada, según me pareció entonces, se
quejaba que un infante de marina le estaba robando una espada que resultó ser
una copia de la de El Libertador, donada por agradecimiento en el Perú. Tal vez
su esposo o alguien en la familia se desempeñaba como diplomático en aquel
país. Mi reacción fue rotunda, le dije al marino con voz de mando que nosotros
éramos revolucionarios, no ladrones y que le devolviera inmediatamente a la señora
su pertenencia. Todos me obedecieron, no se por qué, tal vez por costumbre de
tener jefe, je, je. El caso es que le advertí a la dama que si se repetía lo de
las señales ya no seríamos tan considerados, y parece que lo tomaron en serio,
porque no se repitieron.”
“Amanecía ya cuando terminamos nuestra misión y
quisimos regresar al liceo para presentar nuestro informe, pero viejos tanques
Sherman se atravesaban en nuestro camino y no nos quedó otra salida que tratar
de escapar de su radio de acción. Los marinos que nos acompañaban cuchichearon
entre si cuando los despojé del botín y decidieron marcharse, lo que hicieron a
escondidas y algunos que quedaron con nosotros y que conocían mejor el Puerto
nos dijeron que huyéramos hacia San Esteban para que cogiéramos la montaña.”
“Adoptamos la sugerencia y logramos escapar por los
cerros sin conocer el terreno, buscando los camaradas supuestamente alzados en
Vigirima, y yo por mi parte, trataba de llegar al estado Aragua, burlando el
cerco que tenían los oficialistas en Carabobo. Uno de los compañeros cercano a
los 40 años, oriundo de La Victoria, impuso su criterio sigilosamente y se fue
acercando poco a poco a la carretera cuando habíamos pasado Valencia. En
realidad, nosotros no sabíamos qué hacer, y las opiniones se dividían entre
seguir a pie hasta Maracay o tratar de conseguir una cola. No sabíamos que ya
estábamos a mitad de camino entre Maracay y Valencia, que había quedado atrás.”
“La falta de alimentos era un factor concluyente en
esta decisión, y las matas de mango de San Joaquin de Carabobo jugaron un papel
muy importante en nuestra disposición. Bajo una de ellas saciamos
momentáneamente el hambre. A Germán Saltrón y a mi nos tocó ir a una
exploración, pero se impuso el criterio contra el nuestro, que debíamos ir sin armas,
lo que aprovecharon los ‘pacifistas’ para esconder las armas durante nuestra
ausencia.”
“Desarmados, sin dinero y sin comida bajamos al pueblo
y pocas horas después estábamos de nuevo detenidos, y a los pocos días, después
de un paso rasante por la polícía de Carabobo, llegábamos de nuevo al Castillo
Libertador en Puerto Cabello, para el reencuentro con los otros camaradas
prisioneros.”
“Algunos lograron escapar. Nosotros, por nuestra
inexperiencia y por confiar en los camaradas que habían fundado el núcleo
guerrillero de Vigirima y supuestamente conocían el territorio, regresamos a
prisión.”
“De allí, nos mandaron a la isla de La Orchila, pues
el SIFA detectó que nosotros estábamos conspirando con algunos soldados,
marinos y sargentos tratando de lograr un nuevo levantamiento en la base, pero
desde abajo, sin oficiales y dirigido por nosotros. El 31 de diciembre de aquel
año, nos llevaron a la isla sita a 90 millas náuticas de la costa, donde
debimos hacer una huelga de hambre de 21 días para que al fin nos concedieran
visita de nuestros familiares.”
“Posteriormente, nos incorporaron a la Isla de
Tacarigua o Del Burro, rebautizada por nosotros como Campo de Concentración
‘Rafael Caldera’ para destacar que Copei participaba directamente desde “el gobierno
de la Guanábana” (verde por fuera, color de Copei y blanca por dentro color de
AD) en la represión a los venezolanos.”
“Unos meses antes de estos acontecimientos nos habían
llevado a Caracas, y habían hecho un juicio que Betancourt quiso presentar como
ejemplar en la sede de Conejo Blanco, la base militar de El Valle. Nosotros no
hicimos sino cantar y denunciar con consignas las conductas antipueblo del
gobierno adeco, y terminamos siendo condenados a 18 y 19 años de presidio en
juicio colectivo que denunciamos como atropellador, antijurídico, antidemocrático
y con condenas pre-establecidas por el régimen.”
“Tres años después nos ofrecíeron cambiar la prisión
por exilio, y yo acepté para irme al exterior por otros tres años, no sin pedir
a nuestro partido, el PCV, conjuntamente con mis compañeros, que queriamos ir a
formarnos militarmente en China y Viet Nam, lo que el partido aceptó a pesar de
los esfuerzos de los pacifistas dentro de la organización, por bloquear nuestra
petición.”
“Los estudios militares con los ejércitos rojos chino
y sobre todo vietnamita, por la carga emocional de aquella lucha tan dispareja
que representaban Ho Chi Minh y Vo Nguyen Giap, nos hicieron de nuevo vivir
bombardeos y metralla, mientras aprendíamos técnicas de tropas especiales y
pediamos a los “dong chi” que nos permitieran ir a combatir al Sur, a lo que se
negaron rotundamente los vietnmitas bajo el argumento contundente que no
hablábamos el idioma y que éramos mucho más útiles si lográbamos hacer la
revolución en nuestro país que luchando en el suyo, donde había suficiente
gente para controlar a los estadounidenses. ¡Cuánta razón tenían! pero nosotros
fracasamos en nuestro intento.”
“Regresamos a Venezuela no sin antes haber estado en
Cuba, donde recibí invitación para ir, según supe después, con el Ché a Bolivia,
lo que rechacé por sentir que mi compromiso era con Venezuela en primer lugar,
donde aún existía la lucha armada en diferentes frentes.”
“Regresé al país, pasé clandestino por la frontera colombiana,
pero antes tuve que vencer la traición del PCV o de los checos, que me dieron
un pasaporte fichado por la Interpol por lo que casi me dejan prisionero en los
EE.UU. y luego en Barranquilla, donde me salvé de “chiripa” de las garras del
DAS colombiano.”
“Me incorporé a la lucha armada por otros tres años en
el frente de Occidente, con Douglas Bravo y con Luben Petkoff que había
invadido por Chichiriviche con un grupo de voluntarios cubanos comandados por
Arnaldo Ochoa Sánchez, conocido entre nosotros como Antonio. Yo lo había
conocido en Cuba en una visita que hicimos a Cienfuegos al comando de las
unidades allí apostadas, donde él era el Comandante. Fuimos acompañados y
guiados por Pedro Medina Silva, que coincidía en aquella visita de nosotros a
la isla, quien ostentaba el rango de Cmdte Gral de las Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional (FALN).”
“Los héroes cubanos, así mismo como los camaradas
vietnamitas y sus enseñanzas, su humildad y espíritu de sacrificio me marcaron
de por vida. Ellos se convirtieron en paradigmas que he tratado de imitar en lo
possible, perdiendo el rumbo muchas veces, pero retomándolo siempre, en lucha
constante conmigo mismo, con la educación recibida, con la influencia de la
cultura dominante...”
Caí preso una vez más y fui salvajemente torturado en
el T.O. 5 de Yumare. Le debo la vida a las intermediaciones de José Vicente
Rangel, de mis padres, sobre todo mi madre quien formaba parte de los comités
de presos políticos del Presbìtero Augusto Laborem, quien fuera mi padrino para
ir al seminario por allá por los 11 años, pues el cura era confesor de Caldera
e intercedió por mi. Por eso tal vez salí con vida de aquel centro de tortura y
muerte. Uno de los coroneles me dijo: ‘Tú debes tener un alguien pesao en
Miraflores...’, a lo que respondí ‘De ser así, no lo conozco’; años después me
enteré de las diligencias del siempre bien recordado Augusto Laborem, una
especie de ‘Don Camilo’ de las novelas de Giovanni Guareschi, por su volúmen y
su valor personal. Volví de nuevo al exilio. Esta vez al Medio Oriente, donde Líbano
me sirvió de refugio por 5 años para curar un poco mis heridas.”
“La lucha armada había terminado para mi. Quedaron
otros camaradas en armas en Oriente y Magoya por los lados de Falcón. Había
muerto el Ché y atrás quedaban Fabricio Ojeda, Argimiro Gabaldón, El Chema y
tantos otros. En Europa y el Medio Oriente retomaba la guitarra y el canto,
esta vez como medio de vida, acompañado de mi hermano Omar, combatiente urbano
de la revolución que se salvó por casualidad de caer en manos de los represores
y escapó conmigo al Medio Oriente, donde fundamos un dúo. Allí dediqué ese
tiempo a la profundización del estudio de idiomas y a mi familia. Regresé a
Venezuela cuando Caldera a finales de su gobierno sobreseyó la causa de quienes
habíamos sido tan vilmente juzgados en 1962 en Conejo Blanco. Llegué a tiempo
para ver morir a mi padre. Los tíos más queridos habían fallecido sin que
pudiera estar presente. La vida seguía su curso.”
“Me incorporé al trabajo y me reuní con las izquierdas
de entonces, seguí en una lucha que no era la mía, no me acostumbraba a la
demagogia, los chismes y los intereses que allí se manejaban. Era francamente
un desadaptado. Me refugié en el arte y el trabajo social, dediqué los siguientes
40 años a estudiar, tratar de mejorar interiormente, escribir, reflexionar y
profundizar sobre lo vivido, tratar siempre de alcanzar el poder para hacer la
revolución. Hoy soy miliciano, educador y participo en la Misión Sucre y en la
Misión Cultura, como estudiante y profesor, tratando de recuperar el tiempo
perdido en mi formación personal y ayudando en todo lo que esté a mi alcance en
la consolidación de la Revolución Bolivariana.”
Menos mal dejaron entrar a tu madre mientras estabas preso.... Los presos de hoy ni de eso gozan
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