Doña Marina Leiva de García vive en El
Tigre, estado Anzoátegui. Nació en el estado Sucre, en Puerto Santo, población cercana
a Carúpano, el 27-01-1941. Es el prototipo de la mujer oriental: inteligente,
con mucha chispa, sincera, extrovertida, practica la caridad. Dicen sus
familiares y amistades que es muy preocupada por su prójimo, que es una
excelente y sacrificada madre y una abnegada abuela, suegra y amiga; y además,
conserva sus recuerdos.
Es viuda de Carlos Ramón García -desde hace
8 meses- con quien estuvo casada 57 años, tiene 7 hijos, 3 varones y 4 hembras:
Bartolomé, Marlene, Nancy, Carlos José, Ruth, Alexander Javier y César Enrique.
Sus padres fueron José Leiva y Catalina Ramos de Leiva, sus abuelos paternos no
los conoció y sus abuelos maternos fueron Gumersindo Zapata y Augusta Ramos.
Tiene 15 nietos, Lenimar, Alberto, Nancy, Carla, Mariannis, Andy, Andrimar, Enrique,
Rolando, Carlos Ramón, Audimar, Cesar Maikor, Jonathan y Alejandra, y 3
bisnietos, Carlos José, Fabián y Antonella.
“Profesor Muñoz Freites, yo estudié hasta el
3° grado, mi mamá me enseñó a cocinar y los oficios de la casa. Soy católica y
voy todos los domingos a misa; amé mucho a mi esposo quien era parrandero,
poeta, cantautor, le gustaba bailar y se echaba sus traguitos; Carlos Ramón
tenía sangre para las mujeres, yo lo celaba mucho. Llegué a El Tigre con mi
hermana Regina y conocí a mi difunto marido -que en paz descanse-, en una
fiesta en un templete de carnaval, su voz me cautivó y quedé locamente
enamorada de él. Usted no se imagina lo feliz que me hizo mi esposo, se me
erizaba la piel cuando agarraba su guitarra y comenzaba a cantar.
Le gustaba la música llanera, cuando iba a
Pariaguán -pueblo que está en la entrada del llano, hacia el estado Guárico-
amenizaba más de un sarao. Los fines de semana me llevaba a pasear a un río, y
yo aprovechaba para lavar la ropa, a él no gustaba que yo hiciera eso. Me casé
a los 21 años, los dos teníamos el carácter fuerte, pero a él le molestaba
discutir, siempre cedía y se quedaba callado. Que yo recuerde nunca me
maltrató, ni me gritó. Mi primer y único amor que nunca olvidaré, a quien extraño
tanto, que todavía me parece que anda por la casa. Era atento y caballeroso,
quiso mucho a sus hijos. Yo tengo la virtud que nunca he tenido preferencia por
uno de mis hijos, a todos los quiero por igual”.
“Como le dije anteriormente, él era buen
bailarín, escribía poesías y las recitaba, le gustaban las fiestas patronales,
en especial las de la virgen de La Candelaria, el nació el 2 de febrero, día de
esta milagrosa virgencita, para él era todo un acontecimiento esa fecha”.
“Mi marido era chofer y hacía viajes largos a todas partes del país,
recuerdo que más de una vez fue a Punto Fijo e hizo más de un viaje expreso
llevando a los musiúes hasta la Refinería de Amuay; por el camino alternaba la
radio con el cantar de sus canciones y el recitar de sus poesías. Le gustaban
los galerones, el polo margariteño y recitar La Leyenda del Horcón, él tuvo
muchos amigos, tanto chavistas como de la oposición, le gustaba los tragos en
las reuniones familiares y con sus ocurrencias y chistes la pasábamos muy bien.
Él peleaba en contra del Presidente Maduro, pero después que le salió la
pensión de vejez quedó muy agradecido, aunque la disfrutó por poco tiempo ya
que se la dejaron de pagar porque le faltaban unas cotizaciones. Yo también
estoy agradecida por mi pensión, no soy ni del Gobierno, ni de la oposición, ya
que nunca me ha gustado la política”.
“Carlos
Ramón lleva el nombre de su abuelo, y al igual que él, también recita y es cantautor
de rap; y a su mamá Coromoto y a su abuela Doña Marina les compuso una canción:
“Mamá y mamá abuela, las amo, las amo mucho y
lo sé,
no hay nada en el mundo que pueda compararse
con ustedes,
malagradecido no soy, jamás lo seré,
por eso escribí este tema, para poder decirles
que:
Agradezco por ese amor tan grande y sincero,
por los
consejos sin interés ni presupuesto,
por los nueve meses que tu cuerpo madre me sirvieron
de hogar para un crecimiento un poco molesto,
rezo por tus virtudes y también por tus
defectos
y ahora sí es tanto que no caben ni en cien
grandes textos,
eres tan grande como mi padre y quizás los superaste,
ustedes, madre mía, abuela mía son las amigas
que no conseguiré en la calle,
Fanny
Coromoto y Marina les recito,
hoy día de las madres, versos con el alma
porque
le dan calma a mis escritos,
las admiro por tener más hombría que cualquier
tipo,
y convertir en adultos a una niña y a un chamito,
y esas son razones para estar orgullosos
de estas madres con un salario nos hicieron exitosos,
porque los dos ya somos universitarios,
con metas en mente por todo buen ejemplo dado a
diario,
gracias cuando estamos enfermos y darnos el
remedio,
gracias
por críticas duras con buen criterio,
gracias por permitirme asistir al colegio,
gracias por ser mi mamá y mi mamá abuela, que
gran privilegio.”
Su hija Marlene me contó una anécdota de su
mamá: “Profesor, yo recuerdo que mis padres se querían muchísimo, y vivían
siempre como dos tortolitos, pero hace mucho tiempo mi abuela -que en paz
descanse- enfermó y mi madre tuvo que viajar a Puerto Santo, a cuidarla, y le
dijo a mi papá -que en paz descanse- que iba a regresar en 15 días, resultó que
mi abuela mejoró y mamá regresó antes de tiempo, y ella abrió la puerta y se
percató que mi padre estaba con otra mujer, sin hacer ruido, y sin que se
dieran cuenta, volvió a salir y se fue a la casa de una comadre que vivía
cerca. En la mañana, regresó cuando mi padre no estaba y quemó el colchón. Mi
padre estuvo días desaparecido, y se apareció con otro colchón carísimo, y que
yo recuerde nunca más volvió a hacerle otra cosa parecida”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sus comentarios son importantes para el autor. Por favor, utilice un lenguaje cortés y respetuoso al dejarnos saber su opinión acerca de lo publicado.