A
principios del mes de noviembre de 2019 estuve en la ciudad de Santiago de León
de Caracas por motivos de salud, y aproveché la oportunidad para visitar el
Salón de la Patria, sala de exposición que se encuentra al lado del Palacio de
Miraflores, en un edificio donde funcionó el SIFA. Allí fue torturado y asesinado
Fabricio Ojeda en los tiempos de la IV República. En este salón se exponen las
portentosas obras de arte, de profundo contenido patriótico, realizadas por el
renombrado Maestro Efraín “Chepín” López.
En
aquel lugar conocí a la recordada artista de arte dramático y televisión Soraya
Sanz, quien formaba parte del elenco del programa La Quinta de Simón, que se
transmitía por la televisora venezolana Venevisión, en la década de los 60.
Nuestro encuentro fue del todo fortuito, Doña Soraya esperaba sentada a mi lado
para hablar con su amigo el pintor “Chepín”. Entablamos una amena conversación
y de pronto vinieron a mí recuerdos de la niñez, cuando me dijo que ella era
Candelaria, y que por muchos años trabajó con el recordado Simón Díaz. Sin
pensarlo dos veces le propuse escribirle una crónica, y ella aceptó con una muy
expresiva sonrisa.
“Doña,
yo soy un cronista y me especializo en escribir sobre la vida de las personas,
tengo un blog de crónicas que es leído en nuestro país y fuera de él, por favor
le agradezco me hable sobre los avatares de su existencia.” “Con mucho gusto
señor Muñoz. De entrada le diré que yo nací el 20-09-1937, en un caserío de
nombre Los Martínez que pertenece al pueblo de Mamporal, en Barlovento, estado
Miranda; el mes pasado cumplí 82 años. El amigo “Chepín” nació el 23-09-1936, él
es invitado de honor de mi cumpleaños, siempre se aparece con un buen regalo y
a los tres días celebramos el suyo; mi compañero y mi familia le aprecian
mucho, admiramos su pasión por la historia de la Patria que plasma en sus
pinturas y murales.”
“Sabrá
profesor, que yo tuve tres mamás quienes me quisieron muchísimo,” “¿Y cómo es
eso, mi estimada señora?” “Mi madre Justa Sanz, mi abuela Mónica Sanz y mi
bisabuela Rafaela Sanz. Nuestro pueblo en aquellos tiempos era un caserío de
madres solteras, ya que los hombres preñaban a las mujeres y las dejaban por
otras, a su suerte. No sé en realidad quién fue mi padre, ni mi abuelo y menos
mi bisabuelo, esos señores no existieron en mi vida; mi infancia y adolescencia
estuvo llena de trabajos, fue durísimo. Desde muy pequeña me dediqué a acompañar
a mis mamás en las labores del campo, sembrábamos yuca, mapuey, ocumo, auyama, ñame,
caña, maíz, así como plátano, cambur, frijoles y caraotas; hacíamos casabe; recolectábamos
cacao y criábamos gallinas; fui tarde a la escuela, pero me gustaba aprender y
hacer mis tareas escolares.
Mis
hijos se llaman Gerardo Sanz, Yoel Sanz, Lucrecia Padrón Sanz, Nayely Padrón
Sanz y Aníbal Salazar, tengo 15 nietos y 10 bisnietos. Me fui a Caracas muy
joven y me vinculé al arte dramático un bue día que fui a un programa radial de
Enrique Benshimol en la emisora Radio Difusora Venezuela. ¿Y de dónde es usted
cronista?”
“Del
municipio Los Taques de Falcón”, “¡Válgame Dios! Yo conozco Los Taques, en mi
juventud yo viajé por esas tierras.” “¿Podría hablarme de ese viaje?” “Sí, eso
ocurrió hace años, visitaba unas amigas en Coro, y mi amiga Enriqueta me habló
de las bellas playas de Villa Marina, eso fue en diciembre de 1965, lo recuerdo
como si fuera ahora. Llegamos a Punto Fijo, yo estaba disfrutando de un corto
permiso que, después de mucho rogarle a Simón, me dio el canal. Era muy
engorroso grabar episodios adelantados, ya que salían muy costosos, pero en
fin, llegamos un 15 a Los Taques, el recorrido lo hicimos por una carretera
estrecha, que prácticamente iba bordeando la costa, y me invitaron a una misa
de aguinaldo en la iglesia de ese bello poblado, la gente salía de la misa y se
congregaban en la plaza a bailar y tocar instrumentos musicales.
Era
todo un espectáculo, no parecía que Venezuela estuviese estremecida y
convulsionada por la lucha armada contra el gobierno de Raúl Leoni Otero. Yo
simpatizaba con los guerrilleros, pero lo guardaba como un secreto. Como a las
8 de la mañana conocí el pueblo de Villa Marina, -donde comí unas sabrosísimas
empanadas de cazón, la natilla con arepa pelá y almorcé el delicioso chivo en
coco-; el poblado está situado a pocos minutos de Los Taques, posee unas
acogedoras playas y quizá después de las playas de Barlovento estas sean las
más hermosas, azules y tranquilas del país. En aquellos tiempos había mucha
pobreza y personas necesitadas por todas partes, y la gente vivía con miedo y zozobra,
pero en aquel bucólico caserío se respiraba tranquilidad y paz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sus comentarios son importantes para el autor. Por favor, utilice un lenguaje cortés y respetuoso al dejarnos saber su opinión acerca de lo publicado.