Omar José Gallego De Lima nació en febrero del 1943, en Humocaro
Bajo (Lara) y falleció en octubre 2019 en Puerto Cabello (Carabobo). Fueron sus
padres Antonio Salvador Gallego Fernández y Genoveva De Lima Lara.
Su papá combinaba dos profesiones, la de agricultor y la
de comerciante. A Humocaro había llegado 2 años antes por circunstancias que
incluían lo romántico, con la necesidad de un trabajo que le ayudara a mantener
el hogar. Se instaló el matrimonio en la hacienda Sabaneta en el año de 1939, propiedad
de don Víctor Gil García, casado con Adelaida de Gil. Con motivo de un contrato
firmado por el propietario con su padre para la siembra de uvas y,
circunstancialmente, de acuerdo a la calidad del fruto, para iniciar la
producción de vino local. Su padre, en el siglo XX era pionero en la siembra
del fruto en la zona, que habría de convertirse con el andar del tiempo, en un territorio
altamente apreciado por los conocedores, para este tipo de cultivo.
Las desavenencias con el dueño de la hacienda llegaron
pronto y 6 años después, antes que las uvas comenzaran su producción en masa,
Salvador y Genoveva deciden romper el acuerdo y abandonar la zona, dejando el
plantío para regresar a Caracas, ciudad donde se habían conocido y enamorado.
Se marchaban del piedemonte andino con tres hijos: Eleazar, Omar y Clotilde -quien
se casó con Rafael Simón Pastrano Freites, hermano del cronista Jesús Muñoz
Freites, quien realiza esta crónica-, la primera de sus hijas recién nacida. Otros
tres vástagos completarían la familia con el correr de los años: Antonio
Aníbal, Héctor Jaime y Flor, nacidos uno en la capital y los dos últimos en
Camatagua, estado Aragua. Aunque la familia volvió a residenciarse por 2 años
en el estado Lara, jamás retornaron a Los Humocaros.
Omar fue un brillante estudiante de la Escuela Técnica
Industrial de Los Chaguaramos, Caracas, en la especialidad de Química, sin
llegar a graduarse a pesar de cursar hasta el último año de la especialidad que
no concluyó, pues sus compromisos políticos, asumidos a temprana edad, le
llevaron por los caminos del socialismo, con militancia en la Juventud del
Partido Comunista de Venezuela, que declaró la lucha armada a la cual el joven
se sumó de inmediato, ocupando posiciones destacadas en los combates urbanos
que se libraron a través de las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional). Estando
en la ETI, era ya perseguido por los cuerpos policiales del Estado, que tenían
algunas sospechas sobre sus actividades.
En un allanamiento a la humilde vivienda que compartía en
El Guarataro con otro compañero estudiante, fueron hechos prisioneros
encontrándose en el sitio propaganda subversiva contra el régimen de Rómulo
Betancourt, lo que le valió además de las palizas a planazos asestadas por los
represores, el internamiento en la Cárcel Modelo de Caracas donde debió pagar
año y medio de prisión, decidiendo entonces abandonar los estudios para
dedicarse exclusivamente a la lucha revolucionaria. Es bueno reseñar aquí que
los Presidentes de la IV República entregaron a precios irrisorios el petróleo
y el hierro a los imperialistas yankees.
El año 1965, el PCV se acoge a la política de Paz
Democrática (Pacificación) y abandona la lucha armada, a lo que reaccionan los
jóvenes revolucionarios condenando esa decisión, y se alían al liderazgo
representado por el falconiano Douglas Bravo quien funda el movimiento conocido
como Partido de la Revolución Venezolana, que asume la continuidad de la lucha, agrupando a todos los
combatientes que quieren prolongar la misma. Omar, conjuntamente con Diego
Salazar y Rafael Castro, sus jefes inmediatos en las FALN, continúa combatiendo
hasta que la situación se hace insostenible en la ciudad, y decide subir a la
montaña donde el año 1976 ayudó a su hermano Eleazar, al regresar del exterior,
a incorporarse a la guerrilla.
Durante más de un año Omar se destaca como guerrillero
rural, pero el movimiento adolece de una dirección justa, bien estructurada y
preparada. Convive con los hermanos cubanos de la Brigada Internacionalista
comandada por Arnaldo Ochoa Sánchez, General del Ejército de Cuba, veterano de
lucha desde la Sierra Maestra con Fidel hasta el triunfo de 1959, y con el
resto de sus acompañantes, todos bajo el comando de Luben Petkoff. Douglas
Bravo, nombrado Comandante General, ha subido a la montaña por unos pocos meses
y retorna a la ciudad a seguir con sus labores conspirativas, intentando
impulsar una insurrección militar que permita un golpe de Estado definitivo
contra el gobierno represivo de Raúl Leoni y más tarde de Carlos Andrés Pérez.
Douglas pone en práctica aquello en lo que cree, el putsch: para él la
guerrilla solamente sirve como un elemento de presión táctico.
El comandante guerrillero, verdaderamente convencido del
camino de la lucha armada, poseedor de la madurez, la experiencia y la
formación revolucionaria ideológica necesaria ya no está. Cayó abatido en un
malhadado accidente unos años antes y sin la autoridad moral y el respeto bien
ganado entre los combatientes rurales por lo asertivo de su liderazgo, no hay
quien pueda ocupar su lugar en aquel comando errático que no atina a dónde ir
ni cómo organizar sus fuerzas. La ausencia de Argimiro Gabaldón pone de
manifiesto la importancia de la individualidad en la historia. Se acentúa la
decadencia guerrillera, y en ese momento muchos combatientes deben bajar a la
ciudad. Omar es encargado de organizar un sector de la retaguardia, para los
contactos con el grupo insurgente.
Cumple como siempre con su tarea, y es testigo de la
partida de Luben y los camaradas cubanos a la isla heroica. La ciudad hierve en
delatores y él es perseguido de nuevo por las fuerzas represivas. Al
desbandarse el grupo guerrillero donde su hermano Eleazar activaba, el
combatiente ha debido buscar apoyo para continuar la lucha, cae en una redada y
luego de sufrir torturas en el TO5 de Yumare, es dejado en libertad en virtud
de los compromisos del gobierno de Caldera con la Paz Democrática y el deseo
del nuevo Presidente de deslindarse de la imagen aterrorizante del reciente
pasado.
Su hermano es conminado a abandonar el país bajo amenaza
de muerte, emitida por un grupo paramilitar denominado “La Mano Negra” y Omar,
perseguido, sin apoyos, sin organización, sin gente de su grupo en las
montañas, decide salir con Eleazar al exterior donde vive por tres años entre
España, el Norte de África y el Medio Oriente.
En el exterior sobreviven los hermanos con la fundación
de un dúo musical que denominan “Los Caribes”, que les permite cantar en locales
de primer nivel en Marruecos, Líbano, el Sultanato de Omán y Siria. Después de esos
años, Omar decide volver a Venezuela donde las cosas se han calmado y él, según
las informaciones que le trae su esposa, es ya un caso olvidado. Su hermano se
queda en el Líbano, pues sobre él pesa una condena de 17 años de cárcel.
En Venezuela Omar busca a los antiguos camaradas, y junto
a Rafael Castro Guaita y su nueva esposa María Rosa Estaba, excombatiente del
MIR quien había salido de prisión luego de ser torturada por la DISIP,
organizan un sitio turístico en Mérida y posteriormente unen de nuevo sus
esfuerzos para adelantar trabajos artísticos formativos que ayuden a
sensibilizar a las nuevas generaciones en materia social.
La lucha sigue por otras vías hasta que le sorprende la
insurrección de febrero del 92, y desde allí comienza una actividad solapada de
apoyo al Comandante Chávez, con quien se identifica desde un principio hasta su
fallecimiento en octubre del año pasado, después de padecer por varios años de algunas
enfermedades graves, entre ellas problemas cardiológicos que le llevaron a una operación
de corazón abierto y cáncer duodenal, que finalmente acabó con su fructífera
vida. Paz a sus restos.