Toda acción donde se pretenda que el fin justifique los
medios es inmoral. A través de la historia de nuestra cultura occidental, se ha
planteado el siguiente dilema: ¿Debe estar la política subordinada al ethos moral, o la ética debe estar al
servicio incondicional de la política? De acuerdo a cómo los pensadores de una
época determinada hayan resuelto este problema, o aún más, de acuerdo a cómo
los dirigentes de una sociedad tomen partido y se decidan por una u otra
posición, pensamos que se puede hablar de buenos o malos gobernantes.
Para Platón, la actividad política dirigida por la virtud
de la sabiduría era el más alto valor. El supremo fin, la política, era también
el supremo bien, la moral; sin embargo, fijada la suprema finalidad, no dudó
este filósofo griego en admitir que para alcanzar la felicidad y el bienestar
de la polis y los ciudadanos, los
jefes de gobierno podían valerse de medios reprobables, y de hecho fue lo que
sucedió en toda Grecia. Entre los romanos no estuvo ausente la idea que la
actividad política debía estar regida por normas morales; pero esto fue sólo
letra muerta, porque la praxis de gobierno de Roma se basó en la voluntad de
dominio.
Durante la Edad Media, la Iglesia Católica predicaba que la
ética, la cual estaba inseparablemente unida a la religión, debía regir a la
política. La realidad siempre fue lo contrario, hasta el punto que el Papa San
Gregorio VII en el siglo XI, en una carta dirigida al obispo de Metz, le decía:
“¿Quién ignora que reinos y ducados tienen su origen primero en aquellos que,
desconociendo a Dios, han luchado con ciega ambición e intolerable altanería
para dominar a sus iguales, es decir a otros seres humanos, por medio del
orgullo, de la rapiña, de la perfidia y del homicidio?”
Desde el Renacimiento hasta la sociedad capitalista, se ha
impuesto el pensamiento de Nicolás Maquiavelo, en lo que se refiere a las
aspiraciones de dominio y poder. Este pensador afirmó en su libro El Príncipe:
“Son buenos los medios que permiten alcanzar los fines propuestos. El fin
justifica los medios por inmorales que estos sean, cualquier medio es
moralmente aceptable para que un príncipe alcance y mantenga el poder”. Según
Maquiavelo, la moral del gobernante estaba subordinada a sus intereses
particulares.
Ahora bien, pretendemos una estructura social de nuevo
tipo, el Socialismo Bolivariano del siglo XXI, en el cual el principio que fije
las relaciones entre las personas sea: que cada mujer u hombre constituyan un
fin en sí mismos, y jamás deban convertirse en un medio para los fines de
otros. De este precepto se desprende, que ninguno deberá estar sujeto
personalmente a ciegas a otros individuos. Los líderes deben ser aquellos que,
a los problemas de las masas, les den las respuestas acertadas que exige el
momento histórico que viven.
Queremos un mundo de justicia social y equitativa
distribución de las riquezas, donde la política esté subordinada a la moral;
como decía Santo Tomas de Aquino, el filósofo de la Escolástica en su libro De Regimene Principium: “Gobiernos
rectos y justos son los que tienen como fin el bien común y no el interés particular”,
y agreguemos: el interés de la burguesía y sus cipayos.
Donde dice en el último párrafo: la burguesía y sus cipayos, debe decir la burguesía proimperislista y sus cipayos, y la fecha del artículo está incorrecta, la correcta es 15 de agosto del 2016.
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