Los seres humanos somos semidioses en busca de la inmortalidad perdida.
Ante todo, le hago llegar mi sentido pésame al Cronista Emérito del municipio
Zamora, Juan Manuel González Pérez por el fallecimiento de su esposa la señora
Carmen Da Costa de González, quien murió en la paz del Señor el 06-06-2017 y a los familiares de mi amigo don Pío
Guadalupe Guadarrama González, quien falleció a los 104 años en la ciudad de
Punto Fijo en la madrugada del 11-06-2017. Con Don Pío sostuve muchas
conversaciones de la Paraguaná de la época de su juventud, en la oficina de mi
transcriptora Olaya Hernández Franco.
Hace tiempo me impresionó leer la siguiente sentencia, que estuvo
escrita en la entrada del cementerio de Los Taques: “No están muertos los que
descansan en la tumba fría, sino los que tienen el alma muerta y viven
todavía”. Transcurría el año 2012 e íbamos a sepultar al amigo Raúl José
Mangarret, quien falleció de una penosa enfermedad. Él estaba encargado de
cuidar, mandar a ordeñar y hacer queso con la leche de las cabras canarias que
había adquirido la Alcaldía de Los Taques. Nuestro amigo era una persona
dedicada en extremo a su labor, dormía en una hamaca en las instalaciones de
Cabralat cuando alguna cabra enfermaba, o dos o tres cabras estaban en trabajo
de parto.
Este cronista, además de saber un poco de historia local, es Profesor en
Educación y Licenciado en Filosofía egresado del Instituto Universitario
Pedagógico de Caracas y de la Universidad Central de Venezuela, y con la mayor
humildad posible desea compartir con sus estimados lectores de cada semana la
siguiente reflexión filosófica.
Apreciados lectores, ¿quiénes andan con el alma muerta y viven todavía?
Para darle respuesta a este interrogante permítanme aquí, una breve
aclaratoria etimológica. La palabra alma viene del vocablo griego psique,
principio que permite a los vivientes existir; también significa el aleteo o
vuelo de la mariposa. Para los antiguos no había nada más parecido al
movimiento de las alas de este insecto al volar que el alma humana. En el homo
sapiens (el mono sabio) el aleteo de su psiquis es el interjuego de sus
pasiones, lo que transmuta el odio en amor, la tristeza en alegría, la ira en
serenidad o viceversa de todas las anteriores. Observamos que en la expresión “el
alma muerta” se enlazan en una unidad de contrarios hegeliana dos conceptos
opuestos: la psique, principio vital y el thanatos, principio aniquilador de lo
viviente. Pero en esta síntesis dialéctica ¿quién domina, la vida a la muerte o
el óbito a la vida?
Podemos inferir que quienes tienen el alma muerta y viven todavía son
los que llevan una existencia mediocre, indiferente a los problemas esenciales
de la existencia, hundidos y hundidas en las apariencias (las ideas
superficiales que nos hacemos de las cosas y de las gentes), en lo ridículo, se
revuelcan en su vanidad, olvidan que la parca Átropos, la Santa Muerte con su
guadaña, es la dueña indiscutible de sus vidas.
Los mediocres y mentirosos -a diferencia de los que dejan huella
profunda en este mundo como doña Carmen, don Pío y Mangarret- no aman a la paz
y a su prójimo, no leen, ya que desconocen que el mejor amigo del ser humano no
es el perro, sino el libro. No saben que las personas que leen valen más, no
reflexionan sobre las graves dificultades de la vida en general, sino que se
aferran a las cosas insignificantes del existir, no tiemblan de indignación
cada vez que se comete una injusticia en el mundo, sólo están llenos de la vil
envidia, pero Dios sin palo ni mandador les castigará. Son serviles, se
revuelcan en el chiquero de la adulación, creen olvidar en el alcohol, las
drogas y el desenfreno lujurioso que están sumergidos y sumergidas en un orbe
de problemas que exigen soluciones.
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