martes, 13 de junio de 2017

· LA SENTENCIA ·

Los seres humanos somos semidioses en busca de la inmortalidad perdida. Ante todo, le hago llegar mi sentido pésame al Cronista Emérito del municipio Zamora, Juan Manuel González Pérez por el fallecimiento de su esposa la señora Carmen Da Costa de González, quien murió en la paz del Señor el 06-06-2017 y a los familiares de mi amigo don Pío Guadalupe Guadarrama González, quien falleció a los 104 años en la ciudad de Punto Fijo en la madrugada del 11-06-2017. Con Don Pío sostuve muchas conversaciones de la Paraguaná de la época de su juventud, en la oficina de mi transcriptora Olaya Hernández Franco.
Hace tiempo me impresionó leer la siguiente sentencia, que estuvo escrita en la entrada del cementerio de Los Taques: “No están muertos los que descansan en la tumba fría, sino los que tienen el alma muerta y viven todavía”. Transcurría el año 2012 e íbamos a sepultar al amigo Raúl José Mangarret, quien falleció de una penosa enfermedad. Él estaba encargado de cuidar, mandar a ordeñar y hacer queso con la leche de las cabras canarias que había adquirido la Alcaldía de Los Taques. Nuestro amigo era una persona dedicada en extremo a su labor, dormía en una hamaca en las instalaciones de Cabralat cuando alguna cabra enfermaba, o dos o tres cabras estaban en trabajo de parto.
Este cronista, además de saber un poco de historia local, es Profesor en Educación y Licenciado en Filosofía egresado del Instituto Universitario Pedagógico de Caracas y de la Universidad Central de Venezuela, y con la mayor humildad posible desea compartir con sus estimados lectores de cada semana la siguiente reflexión filosófica.
Apreciados lectores, ¿quiénes andan con el alma muerta y viven todavía?
Para darle respuesta a este interrogante permítanme aquí, una breve aclaratoria etimológica. La palabra alma viene del vocablo griego psique, principio que permite a los vivientes existir; también significa el aleteo o vuelo de la mariposa. Para los antiguos no había nada más parecido al movimiento de las alas de este insecto al volar que el alma humana. En el homo sapiens (el mono sabio) el aleteo de su psiquis es el interjuego de sus pasiones, lo que transmuta el odio en amor, la tristeza en alegría, la ira en serenidad o viceversa de todas las anteriores. Observamos que en la expresión “el alma muerta” se enlazan en una unidad de contrarios hegeliana dos conceptos opuestos: la psique, principio vital y el thanatos, principio aniquilador de lo viviente. Pero en esta síntesis dialéctica ¿quién domina, la vida a la muerte o el óbito a la vida?
Podemos inferir que quienes tienen el alma muerta y viven todavía son los que llevan una existencia mediocre, indiferente a los problemas esenciales de la existencia, hundidos y hundidas en las apariencias (las ideas superficiales que nos hacemos de las cosas y de las gentes), en lo ridículo, se revuelcan en su vanidad, olvidan que la parca Átropos, la Santa Muerte con su guadaña, es la dueña indiscutible de sus vidas.
Los mediocres y mentirosos -a diferencia de los que dejan huella profunda en este mundo como doña Carmen, don Pío y Mangarret- no aman a la paz y a su prójimo, no leen, ya que desconocen que el mejor amigo del ser humano no es el perro, sino el libro. No saben que las personas que leen valen más, no reflexionan sobre las graves dificultades de la vida en general, sino que se aferran a las cosas insignificantes del existir, no tiemblan de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, sólo están llenos de la vil envidia, pero Dios sin palo ni mandador les castigará. Son serviles, se revuelcan en el chiquero de la adulación, creen olvidar en el alcohol, las drogas y el desenfreno lujurioso que están sumergidos y sumergidas en un orbe de problemas que exigen soluciones. 

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