Estaba yo, por allá en el
2015, sentado en un banco de la plaza Bolívar de Los Taques, Falcón, leyendo un
periódico de circulación regional, cuando de pronto dos parroquianos se acercaron
y se sentaron a mi lado, y uno de ellos le dijo al otro lo siguiente:
“Nuestra ética no puede seguir
siendo la moral de Tartufo, la moral de los hipócritas. Educar básicamente es
edificar a la persona humana. Consiste en la adecuación del niño a una
determinada estructura social, pero no solamente la escuela adapta, sino la
familia y la vida misma cumplen idénticos roles. ¿Pero cómo se ajusta el
infante a la sociedad? Sencillamente, a través de la transmisión de los valores
y sus antítesis. ¿Qué significan estos conceptos? Los valores y antivalores son
realidades abstractas, que sólo existen en nuestros pensamientos, los cuales se
originan del quehacer cotidiano de la gente, y van de una generación a otra, de
una época a otra, por ejemplo la justicia, la injusticia, la verdad, la
mentira, el bien, el mal, entre otros.”
“Vivimos en una estructura
social capitalista, que tiene una escala de valores y sus opuestos muy
específica. Hay un hecho que no podemos pasar por alto: en la balanza social de
este mundo los antivalores pesan más, es decir, en la mente de los niños se
introyecta más fácilmente lo malo: la soberbia, la ambición, la envidia, el
egoísmo, el individualismo, el culto a la riqueza, el facilismo, el engaño, la
mentira, el deseo de lucro, la traición, la malevolencia, la maledicencia, el
rencor, la denigración, la insidia, la calumnia, la falsedad, la difamación, la
reticencia, el odio, la cobardía, la hipocresía, la psicología del rumor o
chisme, entre tantos otros.”
“En síntesis, los vicios
morales dominan la sociedad, y uno de los principios rectores de estas dañinas
prácticas es: ‘No es pecar el pecar a escondidas’. La máxima moral de Tartufo,
el prototipo del hipócrita de Molière. La primera conclusión, que se extrae de
lo dicho más arriba, es la necesidad perentoria de sustituir la estructura
social, actual, por otra, en la cual pesen más los valores positivos, lo
esencialmente bueno en la educación de nuestros hijos”.
“El mundo burgués, donde todos
somos esclavos del amor propio y del interés egoísta, será remplazado por el
socialista, y esto implica crear una mujer y un hombre nuevos, cuya moral se
base en el viejo aforismo aymará-quechua: ‘No seas ladrón, mentiroso ni flojo,
sino útil a tu hermano’. Ahora bien, uno de los instrumentos que nos va a
permitir cambiar la sociedad es una educación positiva: la socialista,
sustentada en la solidaridad, en la práctica del bien común, la justicia
social, el respeto a la dignidad humana, el amor al prójimo, donde la libertad
de cada uno garantice la libertad de todos, en la que deje de existir toda
modalidad de explotación, donde el colectivo internalice que hubo una gran
historia de la que todos, sin excepción, éramos protagonistas: la historia de
la estupidez humana, pero que con el socialismo esta historia llegará a su
término”.
Por último, le decía una de
las personas a la otra: “Toda educación es ideológica, porque transmite valores
y antivalores. De lo que se trata, sin lugar a dudas, es de sustituir la
educación capitalista por la socialista, siendo un posible camino para ello
practicar una sincera moral cristiana, cuya norma universal sea: ‘Si alguien
dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su prójimo a quien ve, es un
detestable mentiroso’, como decía Pablo de Tarso (San Pablo), o como diría un
sincero marxista, una praxis política que no se sustente en la verdad objetiva
y la honestidad, está llena de miopía política y poderosamente influida por la
ideología burguesa.
El amor por nuestros semejantes es estéril cuando no se practica
el Bien, y practicar el Bien es crear las condiciones para un mundo sin
explotación, donde impere la justicia social y la justa distribución de las
riquezas. No es cierto que el fin justifique los medios: las revolucionarias y
los revolucionarios genuinos, nunca deberían mentir por muy duro que les
resulte decir la verdad. Al pueblo nunca hay que engañarlo”.
Muy interesante y justo lo que has escrito, totalmente de acuerdo con usted, gracias y un fuerte abrazo
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