sábado, 20 de octubre de 2018

· TODA EDUCACIÓN ES IDEOLÓGICA ·


     
 De entrada, les recuerdo a mis lectores que, cuando escribo en mi condición de cronista soy neutral, los cronistas no hacemos historia, simplemente la documentamos. Transcribo en esta oportunidad, aquí, al pie de la letra lo que he escuchado o lo que me dijeron otros, sean tirios o troyanos, sean de izquierda o de derecha, y como es lógico uso el recurso de las comillas. Por supuesto, esto no quiere decir que renuncie a mi posición ideológica, que por lo demás, es bien conocida por todos.

Estaba yo, por allá en el 2015, sentado en un banco de la plaza Bolívar de Los Taques, Falcón, leyendo un periódico de circulación regional, cuando de pronto dos parroquianos se acercaron y se sentaron a mi lado, y uno de ellos le dijo al otro lo siguiente:

“Nuestra ética no puede seguir siendo la moral de Tartufo, la moral de los hipócritas. Educar básicamente es edificar a la persona humana. Consiste en la adecuación del niño a una determinada estructura social, pero no solamente la escuela adapta, sino la familia y la vida misma cumplen idénticos roles. ¿Pero cómo se ajusta el infante a la sociedad? Sencillamente, a través de la transmisión de los valores y sus antítesis. ¿Qué significan estos conceptos? Los valores y antivalores son realidades abstractas, que sólo existen en nuestros pensamientos, los cuales se originan del quehacer cotidiano de la gente, y van de una generación a otra, de una época a otra, por ejemplo la justicia, la injusticia, la verdad, la mentira, el bien, el mal, entre otros.”

“Vivimos en una estructura social capitalista, que tiene una escala de valores y sus opuestos muy específica. Hay un hecho que no podemos pasar por alto: en la balanza social de este mundo los antivalores pesan más, es decir, en la mente de los niños se introyecta más fácilmente lo malo: la soberbia, la ambición, la envidia, el egoísmo, el individualismo, el culto a la riqueza, el facilismo, el engaño, la mentira, el deseo de lucro, la traición, la malevolencia, la maledicencia, el rencor, la denigración, la insidia, la calumnia, la falsedad, la difamación, la reticencia, el odio, la cobardía, la hipocresía, la psicología del rumor o chisme, entre tantos otros.”

“En síntesis, los vicios morales dominan la sociedad, y uno de los principios rectores de estas dañinas prácticas es: ‘No es pecar el pecar a escondidas’. La máxima moral de Tartufo, el prototipo del hipócrita de Molière. La primera conclusión, que se extrae de lo dicho más arriba, es la necesidad perentoria de sustituir la estructura social, actual, por otra, en la cual pesen más los valores positivos, lo esencialmente bueno en la educación de nuestros hijos”.

“El mundo burgués, donde todos somos esclavos del amor propio y del interés egoísta, será remplazado por el socialista, y esto implica crear una mujer y un hombre nuevos, cuya moral se base en el viejo aforismo aymará-quechua: ‘No seas ladrón, mentiroso ni flojo, sino útil a tu hermano’. Ahora bien, uno de los instrumentos que nos va a permitir cambiar la sociedad es una educación positiva: la socialista, sustentada en la solidaridad, en la práctica del bien común, la justicia social, el respeto a la dignidad humana, el amor al prójimo, donde la libertad de cada uno garantice la libertad de todos, en la que deje de existir toda modalidad de explotación, donde el colectivo internalice que hubo una gran historia de la que todos, sin excepción, éramos protagonistas: la historia de la estupidez humana, pero que con el socialismo esta historia llegará a su término”.

Por último, le decía una de las personas a la otra: “Toda educación es ideológica, porque transmite valores y antivalores. De lo que se trata, sin lugar a dudas, es de sustituir la educación capitalista por la socialista, siendo un posible camino para ello practicar una sincera moral cristiana, cuya norma universal sea: ‘Si alguien dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su prójimo a quien ve, es un detestable mentiroso’, como decía Pablo de Tarso (San Pablo), o como diría un sincero marxista, una praxis política que no se sustente en la verdad objetiva y la honestidad, está llena de miopía política y poderosamente influida por la ideología burguesa. 

El amor por nuestros semejantes es estéril cuando no se practica el Bien, y practicar el Bien es crear las condiciones para un mundo sin explotación, donde impere la justicia social y la justa distribución de las riquezas. No es cierto que el fin justifique los medios: las revolucionarias y los revolucionarios genuinos, nunca deberían mentir por muy duro que les resulte decir la verdad. Al pueblo nunca hay que engañarlo”.

1 comentario:

  1. Muy interesante y justo lo que has escrito, totalmente de acuerdo con usted, gracias y un fuerte abrazo

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