martes, 12 de febrero de 2019

· ALEIDA HERNÁNDEZ DE SALAZAR ·


El 10-02-2019 sostuve una agradable conversación con la señora Aleida, quien es de las pocas rezanderas que quedan en El Tigre; ella dirige los rezos del Santo Rosario en los velorios y luego los rezos de los 9 días -novenario-, en el Sector Simón Bolívar, cerca del Geriátrico de La Montonera. Se sabe alrededor de 50 oraciones, entre ellas: la de la Santísima Trinidad, la de la Virgen de la Candelaria, el Padre Nuestro, el Ave María en español y latín, la Magníficat, la de la Virgen del Valle, la de la Virgen del Carmen, el Gran Poder de Dios y pare de contar. Este legado lo aprendió de su abuela Inés Patricia Rojas y de su tía Belén María Hernández Rojas, que en paz descansen.
“Señora Aleida, buenos días, ¿cómo está usted?” “Divina, muy bien gracias”. “Me gustaría escribir su crónica”. “¿Qué tengo que hacer?” “Sencillamente, cuénteme acerca de su vida”, “¿Pero acaso las crónicas no se escriben sólo de personajes importantes, profesor Muñoz Freites?” “Señora Aleida, cada venezolano y venezolana es un personaje notable del pueblo, la idea es que las generaciones futuras conozcan cómo eran y qué pensaban las personas de estos tiempos, a través de los testimonios que los cronistas recopilamos”.
“Profesor, de entrada le diré que usted tiene unos ojos verdes muy bonitos, qué lástima que su mujer sea mi amiga” “Muchas gracias, mi estimada señora” “Yo nací el 23-03-1954 en la ciudad de El Tigre, soy hija de Eustorgio Viviano Hernández (difunto) y Anacleta del Carmen Pino -quien tiene 93 años y está en uso pleno de sus facultades mentales-. Mis abuelos maternos fueron Sebastiana Gómez y Juan Pino, y los paternos Inés Patricia Rojas y Viviano Hernández. Mis 2 abuelos eran tripulantes de barcos pesqueros, don Viviano navegó por el Delta del Orinoco y don Juan pescó en un peñero junto con 9 tripulantes, en aguas de la isla de Margarita y del golfo de Venezuela cerca de Santa Cruz de Los Taques, donde compraban los víveres para el retorno a Puerto La Cruz, resulta que mi abuelo se enamoró de una taquense y estuvo a punto de quedarse por aquellas tierras, si esto hubiese pasado yo no estuviese aquí, contándole este relato”.
“Pescaban raya, carite, mero, corocoro, jurel, cataco, cojinúa, cazón y sardina, entre otros. Tengo 4 hijos, 2 varones y 2 hembras: Yohenny, Yorman, Yoannelly y Yohanny, 14 nietos: Yosma, Aniangel, Andy, Génesis, Yohenny, Jasón, Angie, Yoannymar, Yosangely, Yosheant, Génesis Rubiannis, David y Daniel, y 4 bisnietos: Yoniangel, Yonier, Yefferson y Yosma”. “¿Y por qué casi todos comienzan por Yo?” “Porque mis parientes son muy zánganos, siempre dicen: ‘Yo no fui’ y resulta que sí fueron, jajajaja”.
“¿Señora Aleida que estudió usted?” “Cursé la primaria en la Escuela Fernández Padilla y me hice bachiller en el Liceo Pedro Briceño Méndez; también hice cursos de corte y costura, repostería, mecanografía, cocina y elaboración de dulces. No ingresé a la universidad porque me enamoré de mi marido Cosme, quien me dio un curso intensivo de hacer muchachos, totalmente gratis y muy placentero. Me apasioné locamente de ese hombre, y me fui con él; pero mi papá nos alcanzó en Delta Amacuro. Él era cazador y llegó con una escopeta de dos tiros, y le dijo a mi futuro esposo: ‘Te casas o te cazo’. Y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en la Prefectura contrayendo matrimonio, jajajaja”.
“Dígame ahora, ¿cuál fue su primer empleo?” “En 1976 trabajé en Tucupita, de secretaria, en la agencia de venta de automóviles y artefactos electrodomésticos Martínez Alejos S.A. Después me fui para Puerto Ordaz, Guayana, donde nació mi segundo hijo, y me dediqué al hogar, trabajo duro que exigía y exige mucha responsabilidad”.
“Señora Aleida, cuénteme una anécdota que haya vivido”. “Profesor mi marido tuvo un amigo turco, que murió en un accidente de tránsito, -pero no hubo velorio, yo no recuerdo haber visto nunca velorio de turco, árabe o chino-. Él se llamaba Mohamed y su apellido era muy difícil de pronunciar. Este turco tenía muchas novias porque era muy bien parecido; el muy pícaro en su local vendía cortes de tela buenos, bonitos y baratos; siempre andaba con sueño, aunque nunca se equivocaba contando el dinero de sus ventas; pero eso sí, era muy caritativo, siempre le daba limosnas a los pobres que llegaban a su negocio”.
“Yo cuando lo veía, le decía a mi marido: ‘Hay viene Mohamed La Varah (mójame la vara) con otra muchacha preñada, qué acertado es su nombre y apellido, ya que le encanta andar con la vara mojada’; ‘imagínese profesor, murió de 68 años, y dejó 7 muchachos de distintas novias, y todas trabajaron en su tienda; ¡pero, ah catire responsable, a todas les seguía pagando el sueldo, cuando dejaban de ir a su local, jajajaja, él iba religiosamente a sus casas de noche, -de lunes a domingo-, y a ninguna le ofrecía matrimonio porque su religión no le permitía casarse con cristianas. Al tiempo se descubrió el secreto de su soltería, en su país tenía una mujer con 5 hijos y 3 concubinas con 4 hijos cada una, y se había venido huyendo por no respetar los preceptos de su religión, ya que no le alcanzaba el dinero para mantener tanta gente; en su tierra un hombre podía casarse con muchas hembras, siempre y cuando las mantuviera, jajajaja”.

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