jueves, 14 de febrero de 2019

· EL DÍA DE LA JUVENTUD ·


Esta crónica la escribí el 12 de febrero, Día de la Juventud venezolana, pero por razones ajenas a mi voluntad no pudo ser publicada en esa fecha. Narro a continuación un diálogo que sostuve con Yordi José Zurita Yánez sobre esta batalla.
“Profesor Muñoz Freites, usted que es historiador me puede sacar de una duda acerca del 12 de Febrero, ¿este día se debe celebrar o conmemorar el Día de la Juventud?”
Yordi José, yo sólo soy un humilde cronista oficial de un municipio, Los Taques, Falcón; hay historiadores quienes afirman que en la República Bolivariana de Venezuela se celebra cada año el Día de la Juventud en honor a los 85 jóvenes seminaristas del Seminario Santa Rosa de Lima de Caracas y de los estudiantes de otros colegios de esa ciudad en un total de 800, cuyas edades estaban comprendidas entre 12 y 20 años, quienes acompañaron a José Félix Ribas y a Vicente Campo Elías en la batalla del sitio de La Victoria, y derrotaron a los antirrepublicanos, al mando del español Francisco Tomás Morales, -el asturiano José Tomás Boves, por estarse recuperando de una grave herida que recibió en la primera batalla de La Puerta (3 de febrero), no pudo participar el 12 de febrero de 1814.
Los jefes del ejército realista eran de la península ibérica, pero la tropa estaba formada por venezolanos. La guerra por la emancipación fue una cruenta guerra civil donde quienes salían heridos, difícilmente sobrevivían ya que se carecía de antibióticos; por esta razón fueron fuertes los rumores sobre el Taita Boves, por la recuperación de una herida que supuraba pus y tenía gusanos, -se decía que poseía pacto con el demonio y solamente él sabía en qué combate iba a morir-. En realidad, las acciones heroicas y los combates de los patriotas deben conmemorarse y no celebrarse, ya que en ellos se derramó sangre de venezolanos que lucharon por la Independencia de nuestro país. Esta saga de los seminaristas en batallas, trajo como consecuencia que muchas comarcas de Venezuela quedaron por años sin sacerdotes, ya que para marzo quedaban 6 y en julio solamente 1.
La Asamblea Constituyente de hace 72 años, decretó el 10 de febrero de 1947, conmemorar el 12 de Febrero como Día de la Juventud; pienso que aquí debemos resaltar la importancia que han tenido y tienen las Asambleas Constituyentes, en el acontecer histórico de la Nación venezolana. En 1895 en la plaza de La Victoria se colocó un busto del General José Félix Ribas y se le cambió el nombre a la mencionada plaza por la del prócer.
Yordi, usted es un joven de 21 años; por esta razón hoy decidí hacer su crónica. “¿Qué opinas de lo que está pasando en nuestra Patria?” “Profesor Muñoz Freites, no soy político ni me gusta la política, yo voté nulo, estudié la primaria en la Unidad Educativa Fernández Padilla y el Bachillerato en la UEP -privada- Rafael Vicente Adriani Pieretti; pero una vez un profesor me dijo que por comodato el Estado venezolano le paga a los profesores de los Liceos privados más de la mitad del sueldo, tengo amigos y me dicen que en otros países de Latinoamérica donde ellos están trabajando, no existe la educación gratuita. Profesor, yo estuve estudiando en una universidad pública y no pagué nada”. “Lo que yo no entiendo es el por qué el Presidente Constitucional Nicolás Maduro Moros no evita que los precios sigan subiendo todos los días. Vi por la televisión que le solicitó al Tribunal Supremo de Justicia que cree penas de 6 a 10 años para los especuladores, pero pasan los días y siguen los comerciantes y los bachaqueros haciendo lo que les da la gana. ¿Qué pasa pues?”
“Bien, amigo Yordi, cuénteme sobre su vida” “Profesor yo nací en el sur del estado Anzoátegui, en El Tigre, en el Hospital General Felipe Guevara Rojas, el 04-11-1997; soy hijo de Iris Yaneth Yánez y Wilmer José Zurita Contreras, tengo una hermana de nombre Yolimar Yamilet. Mis abuelos maternos son María Yánez y José Alejandro Martínez, y los paternos son Maritza Contreras de Zurita y Rafael Zurita; mi bisabuelo se llama José Pérez, de 109 años, posee una pequeño fundo, en un lugar llamado El Hilariero, en el campo, donde -aunque usted no me lo crea- él siempre ha sembrado plátanos, ñame, ocumo, batata, verduras, yuca, hortalizas, chícharo, frijol, caraota y caña de azúcar-, además, tiene un ganadito que se lo atiende mi papá”.
“Profesor, yo también desde pequeño he trabajado la tierra, en las vacaciones escolares. Hace años, en los juegos estadales de Educación Media y Diversificada, conocí en Barcelona unos jugadores de Falcón, y uno de ellos me dijo que era de Los Taques; pero en realidad nunca he ido por la península de Paraguaná”.
“Ahora Yordi, cuéntame una historia extraña que hayas escuchado en el campo”. “Resulta que mi primo Yunior José Velásquez Yánez se fue a tomar con un compadre a un campo llamado Guerra, y apenas habían abierto la botella -no estaban ebrios- y de pronto llegó de la nada un trigueño alto, cabello liso y largo, con rasgos finos de blanco, con un gran sombrero negro, de pelo de guama, además llevaba puesto un liquilique impecablemente limpio, como el que usan los llaneros adinerados, en el coleo de Pariaguán -la puerta hacia los llanos guariqueños-.
A pesar que era invierno y estaba lloviendo a cántaros, sus botas negras de cuero no tenían barro, lo que si brillaba eran sus espuelas de oro, y una amistosa sonrisa donde destacaba un diente de oro; y sin pedir permiso se sentó al lado de ellos; agarró la botella que estaba casi llena y se la tomó de un solo trago sin respirar, y de sus ojos azules brotaban como llamaradas de candela, y le preguntó a mi primo: “¿Te acuerdas Yunior José cuando ayer me llamaste? Dijiste: ‘Maldita sea, ¿por qué no me sale el Diablo para hacer un pacto con él, y poder pagar mañana las deudas de juego que tengo, y rescatar el documento de propiedad de mi vivienda que dejé como garantía?’ Pues aquí estoy, procedamos a firmar el contrato”.
“Me cuenta mi primo que gritó: ‘¡Ave María Purísima!’, y salió corriendo como un caballo desbocado, y llegó a su casa sin aliento, con el pantalón mojado de orina y jurando por todos los santos, que nunca más jugaría a las cartas ni a los dados. Y cometió el grave error de contarle toda la historia a su mujer, quien agarró un palo y comenzó a molerlo, -ella tenía la costumbre de hacer esto cuando su marido le llegaba rascado, pero esta vez el desafortunado hombre casi no había bebido-. La señora le gritaba como loca: ‘¡Eres un descarado sinvergüenza, por qué no aceptaste firmar ese negocio tan bueno de hacerte rico, con el tal fulano!’ ”

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