domingo, 8 de julio de 2018

· LA TORTURA A LOS NIÑOS ·

En la antigüedad torturaban a los niños. En Esparta, bañaban a los infantes a temperaturas bajo cero; en la Atenas de Sócrates, Platón y Aristóteles, practicaban la malévola perversión de la pederastia; en la Macedonia de Alejandro Magno se les cortaba un dedo a los infantes por tremenduras propias de sus edades. En Roma, los imberbes esclavos eran tratados como animales parlantes, sus amos tenían derecho de vida y muerte sobre ellos. El látigo los endurecía desde temprana edad para las largas faenas del campo; el pater romano podía también matar a sus propios hijos.
Los relatos de la Biblia sobre la crueldad en los niños son numerosos: “Con vara (garrote) castigarás a tu hijo”. El genocidio cometido por Herodes tratando de evitar que viviera el Niño Jesús, el Mesías, habla por sí solo. Y cuando Cristo le pidió al discípulo que dejara que los niños viniesen a Él, porque de ellos era el Reino de los Cielos, no lo hacía gratuitamente: el rechazo y maltrato a los infantes era cotidiano entre los judíos y demás pueblos semitas.
Las víctimas principales de las guerras fueron y son los niños; por ejemplo, en las guerras entre protestantes y católicos, después de la Reforma Luterana era práctica corriente atravesar con la pica (la lanza), primero a los recién nacidos, entre los refugiados en las iglesias alemanas. Cuando adviene el capitalismo en Inglaterra, el trabajo de los niños en fábricas y talleres en condiciones inhumanas se hizo también una costumbre cotidiana. Esta práctica fue favorecida en principio por una aplicación irresponsable y desafortunada de la antigua Ley de los Pobres, instituida por la Reina Isabel en 1601. Esta ley obligaba a las parroquias a dar trabajo a los indigentes aptos y a enseñar un oficio a los niños huérfanos; pero empresarios sin escrúpulos, se aprovechaban del hecho que era imposible controlar aquellos aprendizajes, y colocaban a los menores de edad en sus factorías y telares, y les hacían trabajar hasta 14 horas diarias.
Al final de la jornada, les daban a los niños pan duro y agua, y les encadenaban a las máquinas para que no se escapasen; eran confiados a los patronos y traslados en grupos, lejos de sus lugares de nacimiento, privados de toda protección. Muchos de ellos tenían cinco, seis o siete años, y sólo vivían hasta los diez o doce. Los nazis, en los campos de concentración, eliminaban a los niños con torturas horrendas; practicaban los doctores alemanes experimentos atroces, como acostar a los infantes sobre trozos de hielo para medir la resistencia de la piel hasta hacerles morir, dejarles pasar hambre y sed hasta la desesperación, quemaduras con ácidos y sustancias inflamables, operaciones experimentales sin sentido, aplicación de corriente en lengua y genitales, inyecciones de formol y otras prácticas de tortura inenarrables. Los soldados norteamericanos en la guerra de Vietnam torturaron, violaron y asesinaron a más de 500 mil niños, y han masacrado sin ninguna piedad a los infantes en Irak, Afganistán, Siria y África.
La Constitución Bolivariana de Venezuela, en Los Taques y en toda la Nación, garantiza los derechos de los menores de edad y los protege desde el vientre de su madre. La Ley Orgánica de Protección al Niño y al Adolescente no sólo les resguarda y establece sus derechos inalienables, sino que mediante la implementación del CMDNA vela por el respeto de la condición humana de los infantes; además, esta ley convierte los castigos infligidos en hechos punibles.
En los EEUU, en junio del 2018, el Presidente Donald Trump cometió un acto de barbarie al encerrar en jaulas con pisos de cemento, como si fueran animales de zoológico o pollos para la venta, a los hijos de migrantes latinos que ingresaron a ese país. Se les hace un llamado a los pueblos, a los gobiernos, a las religiones del mundo, y en especial al nuevo Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para que condenen con la mayor fuerza estos repudiables hechos, e impidan que se repitan.

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