De
entrada, diré que el gobierno de los EEUU y sus aliados no pisarán el sagrado
suelo de la República Bolivariana de Venezuela, pero si cometieran tal
exabrupto, sin duda, la guerra llegaría al territorio imperialista y de sus
cipayos. Digno, valiente, patriota y concienzudo el discurso que el Presidente
Nicolás Maduro disertó en la 73° Asamblea General de la ONU. El mandatario
constitucional resaltó que el Gobierno Venezolano ni vende ni hace negocio con
la Patria, sencillamente la defiende con dignidad. Llevó la voz de todo un
pueblo que ama a su país.
Los
gringos nos agreden política, económica y diplomáticamente porque tenemos un
proyecto propio de desarrollo, y porque poseemos las reservas petroleras y de
oro más grandes del mundo y quieren apropiárselas con el mayor cinismo y
descaro. Chantajean a los pueblos de retirarles las ayudas que reciben si
apoyan a Venezuela. Pero tengan la certeza todos, que Maduro llevará al país a
puerto seguro. Es hora ya, como venimos diciendo desde hace tiempo, de que
Trump y Maduro se sienten a conversar en un plano de igualdad, respetándose
ante todo la soberanía nacional. El Presidente está dispuesto hablar en
igualdad de condiciones.
En
una oportunidad, el poeta, periodista y diplomático Félix Rubén García
Sarmiento, mejor conocido como Rubén Darío, quien nació en Matagalpa, hoy Ciudad
Darío, Nicaragua, el 18-01-1867, y murió en León, el 6-02-1916, exclamó en uno
de sus poemas: “Juventud, juventud divino tesoro”; en realidad, la mayor
riqueza que tiene un ser humano es su juventud, pero por inferencia lógica diré
que el mayor tesoro que tiene un pueblo son sus jóvenes; el futuro de la Patria
depende de la formación que la juventud adquiera en este difícil presente que
hoy nos toca vivir. Para que Venezuela sea siempre una nación independiente,
soberana y libre, es fundamental que sus jóvenes se formen y adquieran
conocimientos.
Uno
de los grandes logros de la Revolución Bolivariana es la importancia que le da
a la educación, a la instrucción y al aprendizaje de artes y oficios, y sin
duda, la posteridad lo sabrá agradecer. El 24-09-2018 vino hasta la casa donde
estoy alojado, a cortarme el cabello y afeitarme la barba, Kristoffer José
Martínez Sarmiento, conocido por todos como Yolo. Nótese aquí, que este joven
barbero lleva el segundo apellido de Rubén Darío, lo que me hizo recordar a
este insigne poeta y ensayista; y también viene a mi memoria que Sandino expulsó
a los imperialistas yanquis de Nicaragua.
Mientras
me cortaba el cabello, le pregunté a Kristoffer José: “Amigo ¿dónde usted
aprendió la barbería?” “Profe, yo aprendí este arte del cual vivo y me permite
ayudar a mi familia en el INCES; una amiga que anda con la gente del CLAP de
Camino Nuevo me aconsejó que estudiase, y allí hice cursos de barbería e
inglés.”
“Yolo,
yo soy cronista, y me gustaría escribir sobre usted, hábleme de su vida,
comience por donde quiera”. “Profe Muñoz Freites, ¿y cómo salió de su
operación?”. “Mi operación fue todo un éxito, el cirujano traumatólogo cubano Carlos
Vásquez, del CDI Camilo Cienfuegos, me extrajo los tornillos que tenía en las
manos, pero volvamos al relato”. “Profe, ese médico ha operado las fracturas de
muchos chamos motorizados del barrio, y todos han quedan caminando, como si
nunca les hubiese pasado nada; y como le venía diciendo, yo afeito y corto pelo
a domicilio, utilizo una máquina de afeitar eléctrica y también una navaja; afeito
a chamos y a adultos, y le corto el cabello a chamas y señoras.”
“Amigo
Yolo, usted es un diestro barbero, y afeita a precios solidarios, ¿por qué no
gestiona con el Consejo Comunal o el CLAP un préstamo para una barbería
popular?”. “Me gusta ayudar a los panas y a todos los vecinos; al afeitar en
las casas a los clientes, disminuye el costo del servicio, y en estos tiempos
de subida de precios, hay que ayudar al pueblo; y cobrando el valor real por la
afeitada, colaboro y aporto un granito de arena contra la inflación, y le soy
útil a la gente.”
“Yo
nací aquí, en Barcelona, en el Hospital Luis Razzetti, el 15-10-98; soy hijo de
María Victoria Lander y Andrés Eduardo Martínez, mis abuelos paternos fueron Balbina
Martínez y Juan Aguache, mi abuela materna es Solander Sarmiento, mis hermanos:
Brayan, Mauris, Endrina, Venezuela…” “Disculpa, ¿tienes una hermana llamada Venezuela?,
“Sí, profe” “Me parece realmente extraño, pero continúe Yolo”; “Bien profe… Ismari,
Marian y Marianys. Saqué la primaria en la Escuela Juan Manuel Cajigal y la
secundaria en el Liceo Mercedes Pérez Freites; en el INCES hice los cursos que
le dije”.
“Mi
primer empleo fue como aprendiz de ayudante de mecánica, luego hice
mantenimiento de piscinas y en la actualidad soy barbero. Tengo muchas
anécdotas que contarle, pero ya que usted me la solicita, le diré dos: estaba en el porche de la casa de una amiga
conversando y escuchando música con mi celular, cuando de pronto un carro se
detuvo y me llamaron, ‘mira chamo ven acá’, les dije: ‘qué quieren’, uno de
ellos se bajó empuñando una pistola y me apuntó, y me dijo: ‘dame el celular o
te quiebro’. Tenía yo en mi bolsillo lo que me había ganado como barbero todo
el día, que era bastante dinero, y el chamo vio los billetes y me dijo: ‘el
celular es para regalárselo a mi novia, te dejo las lucas para que le compres
comida a tu familia, si te veo esta noche tomando cerveza en la canchita, vas a
tener un problemón conmigo’. Se volvió a subir al carro y se fue a toda velocidad.”
“Profe, también un
conocido que vive en Puerto La Cruz, me contó que su tío viajaba a trabajar en
las paradas de mantenimiento de la Refinería de Amuay, y que desde esta ciudad
salía un autobús de Expresos Occidente y viajaba 14 horas hasta el terminal de
Punto Fijo, y de allí tomaba un taxi hasta una residencia en Jayana donde se
alojaba. Que en una oportunidad el autobús se volcó por el camino -que es largo
y solitario-, que un camionero le dio aviso al puesto de la Guardia Nacional
Bolivariana y de la policía de Falcón, y estos llegaron prontamente a ayudar a
los heridos.”