Con un vecino de nombre
Rafael Rodríguez, que vive al frente de la casa donde me encuentro alojado,
sostuve la siguiente conversación:
“Señor Rafael, ¿dónde y
cuándo nació usted?” “Señor Muñoz, yo soy de Cantaura, Anzoátegui y tengo 78
años. He militado sólo en dos organizaciones políticas: AD, de la cual fui expulsado
por cabeza caliente, y el MIR, por allá en la década de los 60, en el gobierno
de Rómulo Betancourt. Luego, cuando apareció el Comandante Hugo Rafael Chávez
Frías en 1992, me hice chavista”.
“En Cantaura oí hablar
de los guerrilleros, el 4 de octubre de 1982; recuerdo con tristeza que durante
el gobierno de Luis Herrera Campins se comentó que un campamento donde se
reunían guerrilleros y estudiantes había sido bombardeado por aviones, asaltado
y masacrados los heridos con tiros y machetazos; estos cristianos no tenían
armas, y habían llegado desde Caracas y otros sitios para un pleno de dirigentes
de organización clandestina Bandera Roja”.
“Mi padre se llamaba
Miguel Ángel Malavé, el popular “Nane” y mi madre María Auxiliadora Rodríguez;
a mi abuelo le decían “El Rey” Guzmán. Estudié en el Grupo Escolar Pedro María
Freites de Cantaura, donde saqué el 6° grado. Tuve un tío que fue Contralor
General de la República en 1963, y soy primo hermano de Hermán Escarrá. Llegué
hace 65 años a Barcelona. Me casé dos veces: la primera con Vilma Yaguarán y
luego con Lenis Torres. Con Vilma tuve a José Rodríguez Yaguarán, y en el
segundo matrimonio a María José, Rafael Enrique y Julio César Rodríguez Torres,
quien está en Perú, pero me cuenta que lo tratan muy mal. Tengo 16 hijos más: Freddy,
Alexander, José Rafael, William, Luis Alberto, Miguel, Roberto, Yenni, Yalitza,
Jesús Rafael, Dayana, Maryory, Ninosca, Luis, Enrique y Rafael, además de 80
nietos y bisnietos. Todavía a mi edad tengo amigas secretas que
entran a mi casa discretamente, entre ellas dos colombianas. Me ayudo con un
milagroso medicamento. He sido un trabajador bregador, honrado y decente.”
“Señor Rafael, cuénteme
dos anécdotas”. “Bien, señor Muñoz, un amigo me contó que visitó a una curiosa (Clementina
Pereira, que en paz descanse) porque tenía un dolor; se fue hasta la casa de la
curandera y un vigilante le explicó los pasos a seguir para consultarse: llegó
a la 4 am buscando un primer puesto, pero ya había 20 personas en la cola. Ella
veía por las aguas” (la orina en un frasco) “y le mandó unos preparados, y
además le recomendó que se tirase al pozo de un río; lo hizo y al salir no
tenía el dolor, pero unos enanitos, unos duendes, cantando y rezando en la
orilla en una lengua que no entendía, al verlo salieron corriendo monte adentro.
Otra situación extraña que me contó fue que, por esta calle frente a su casa y
cruzando por la principal de Camino Nuevo, en la madrugada, se escucha un ruido
como de carruaje con sus caballos relinchando, pero que no lo oye todo el mundo”.
“Hace tiempo yo tomaba,
pero poco, y como ahora me gustaban las hembras briosas. Nunca le he pegado a
una mujer y siempre las he tratado con respeto y consideración. Tuve una grúa
en Valencia, y en una oportunidad remolqué a un señor que se había quedado
accidentado en El Palito, iba con su familia para Santa Cruz de Los Taques, Paraguaná.
Se le había perdido la cartera en un restaurant. Los llevé hasta ese hermoso
poblado y se portaron conmigo como si yo fuese su pariente, como se dice en
Falcón. Conocí las milagrosas Ánimas de Guasare, comí arepa pelá con natilla y
chivo en coco. Los falconianos se destacan por ser gentes cordiales y amables”.
“Soy católico, y el día
del atentado le di gracias a Dios Todo Poderoso y a San Celestino, el Patrón de
Barcelona por salvar al Presidente Maduro y al Alto Mando Militar; pienso que todavía
estuviesen corriendo ríos de sangre de haber tenido éxito los sicarios. Tengo
fe que al quitarle 5 ceros a la moneda y con la revaluación del bolívar
soberano, bajarán de aquí a diciembre los precios”.
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