A mediados de julio del
2019, en una plaza de Barcelona, tuve una grata conversación con una caraqueña,
la señora Elizabeth Silva Polanco, quien nació el 01-12-1947 y vive en el
municipio más grande de América Latina, Petare, perteneciente al estado
Miranda, cuya capital es Los Teques, pero forma parte del área metropolitana de
la Gran Caracas. Coincidimos en el Centro de Rehabilitación Integral de Campo
Alegre, (CRI “Luis Bonilla”), de los terapeutas cubanos; es una mujer
humilde y sincera, que siempre dice la verdad.
Hay situaciones en la
vida del todo extrañas. Doña Elizabeth Silva Polanco estudió como este
cronista la primaria en la Escuela José Luis Arocha, que hoy sigue estando
ubicada cerca de la Redoma de Petare. Ella estudiaba 5° grado cuando yo
ingresaba al primero de Educación Primaria. Recuerdo que fui aplazado a los 7
años porque no sabía leer ni escribir todavía, por una estricta maestra de
quien no recuerdo el nombre; era de 2° grado: me ridiculizó, y de paso me dio
con una tabla o regla de madera en cada mano, y me dijo: “Eres un niño bruto, imbécil
y tremendo”.
Hoy, después de tantos
años, me reencuentro con el pasado y le digo con todo respeto: “Maestra,
gracias a tu severidad me hice amigo de las letras, aprendí que ‘el mejor amigo
del hombre y la mujer, no es el perro, sino el libro’, pero ¿cuántos niños no
se hacen enemigos de las letras, por un mal episodio en sus infancias, y caen
desgraciadamente en la delincuencia? La señora Silva me narró un suceso con su
maestra, donde se refleja el drama de la tortura sicológica y física de los
niños y niñas de aquella época. Maestra, sé que Dios es Grande, y tú también
fuiste una víctima y no una victimaria”. Hoy, en la Venezuela contemporánea,
con la Ley de Protección del Niño y del Adolescente impulsada y refrendada por
el Presidente Hugo Chávez Frías, ese tipo de situaciones son severamente castigadas.
Ahora bien, después de
este preámbulo, continúo con la crónica de la señora Silva. “Doña Elizabeth,
hábleme de su vida, estimada amiga”, “Caramba profesor, usted en una persona
muy gentil, amable e inteligente”, “Pero disculpe, déjeme tomarle una foto,
¿qué le parece?” “¡Caramba, qué buena moza quedé!” “Sin lugar a dudas, con todo
respeto, le diré como decía mi difunto padre, y que yo repito siempre, ‘la edad
no opaca nada de lo que Dios bien nos otorga, nunca ninguna mujer pierde la
gracia, siempre en cualquier circunstancia la tiene incorporada; donde hubo
llamas, siempre quedan chispas”.
“Profesor, mi nombre es
Elizabeth Silva Polanco y me disculpa, pero mi difunta madre me enseñó que
no dijera nunca mi segundo nombre, mi fecha de nacimiento fue el 01-12-1947;
nací en la Parroquia San Juan, soy natural de Caracas, trabajé en el Hospital
Materno Infantil del Este (Petare) por 28 años, luego trabajé en el MPPE donde
laboré 36 años en la sede como enfermera, y actualmente estoy jubilada”.
“¿Y cuántos hijos tiene,
estimada amiga?” “Profesor, tengo dos hijos, Karen Hernández Silva a quien parí
en el año 1967 y a Kelvin Oscar Hernández Cruz en 1969, me separé a los 2 años.
Tengo 4 nietos, y le oro todos los días al Señor Jesucristo que cubra con su
Divina Sangre a Venezuela, a su Pueblo y a nuestro Presidente Nicolás Maduro Moros,
que tanto sacrificio está haciendo por su pueblo venezolano y por la paz en
nuestro país. Considero por cierto que no somos ninguna amenaza para el mundo,
somos un pueblo de paz; pero no olvido que David derrotó a Goliat porque la poderosa
mano de Jehovah, Dios de los ejércitos, estaba con él”.
“Vi y escuché por televisión
que muchos pastores evangélicos son financiados por la CIA, yo no sé si esto es
verdad, lo que sí sé es que nuestro pastor pentecostal es hombre de Dios, y
condena todo tipo de bloqueo económico, y que los hermanos evangélicos en nuestro
país están con las legitimas autoridades de nuestra Patria, como manda la Santa
Biblia. El espíritu del Libertador Simón Bolívar protege a su pueblo como Dios protegió
a Moisés y su simiente de la maldad y tentación del faraón y el demonio. Cuando
suene la Trompeta del Apocalipsis, y el Señor venga a juzgar a los vivos y a
los muertos, desde allá protegerá a su Nación Libre, Soberana e Independiente.
Nuestro pastor profetiza que el Mr. Trump se va de la Presidencia de EEUU”.
“Señora Silva, al
espíritu de nuestro Libertador Bolívar lo invocamos y él nos acompaña con el
Santo Cristo de La Grita, y desde el Cielo protege al pueblo venezolano; yo soy
ecuménico, me congrego en todas las iglesias donde alaben a Dios que es Grande
y Todopoderoso, y alaben al Creador del Cielo y de la Tierra y de toda criatura
viviente; me gustaría que todas las autoridades religiosas que conviven en
Santa Paz, en Venezuela se pronunciaran condenando el bloqueo”.
“El espíritu del Cacique
Guaicaipuro protege junto con Manitú, El Gran Espíritu Indígena de América las
tierras de sus antepasados y descendientes. Nos persiguen para que no podamos
comprar alimentos y medicinas en el mundo. Y nos han robado más de 40 mil
millones de dólares. Venezuela se levanta y vamos a seguir avanzando. 6
millones de familias se benefician de los CLAP, y los extremistas del KKK
quieren impedirlo, tenemos dinero para comprar alimentos cada 15 ó 20 días y
este programa fue bloqueado por Donald Trump y su clan, para que Venezuela quede
sin alimentos”.
“Somos un país
democrático, y el Presidente Chávez fue el gran democratizador, y hemos tenido
25 elecciones y hemos ganado a los opositores 23 elecciones. El Presidente
Maduro ganó con el 67,8% de los votos emitidos. Sin pruebas contra nuestro Presidente
Constitucional Maduro, le levantan falsos testimonios y yo, hombre muy creyente,
creo que Dios Todopoderoso le salvo la vida porque su pueblo lo necesita”.
“Pero volviendo a su
crónica ¿cuántos nietos e hijos tiene usted?” “Cuatro nietos, Karemina, Celvin,
Diego y Oscar. Mis padres y mis abuelos son difuntos y se llamaban Juan Silva y
Helda Polanco de Silva; abuelos maternos, Gueda, quien quedó viuda a los 28
años; de mi abuelo no tuve noticias. Mis hermanos: Mirta -que en paz descanse-,
Juan, Joselin y Edgardo todos de apellido Silva Polanco; fuimos y somos una
familia muy humilde y pobre, de buen corazón y caritativa”.
Estudié, el 5to grado
con una maestra de apellido Aguirre, a su hija le pedí prestados un creyón,
pero ella me los negó, yo entre dientes le dije: “Mételo por el fundillo”. Otra
compañerita que me tenía envidia se lo dijo a la maestra y dirigiéndose a mi
persona, me dijo, nos veremos en julio, lo que significaba una amenaza clara de
repetir el grado. Faltaban 2 meses para terminar el año escolar”.
“Yo sabiendo las
intenciones de la maestra me preparé y estudié como nunca, mi madre estaba
sorprendida; aún así en julio me aplazó; salí del colegio aturdida y decía para
mis adentros ‘le contaré a mi mamá, yo pasé el examen oral y el escrito’, de
eso estaba bien segura. Hablé con mi mamá, y al día siguiente fuimos al colegio;
a la primera que nos conseguimos fue a la subdirectora llamada maestra Alicia.
Mi madre le dijo: ‘Elizabeth me dice que ella pasó el examen, y yo creo en mi
hija’. Enseguida la directora fue al archivo y sacó el examen escrito y lo
revisó, y en efecto yo había aprobado la prueba final con 17 puntos”.
“Yo venía bien en los
lapsos, la maestra Aguirre al vernos se puso nerviosa y trató de quitarle el
examen a la maestra Alicia; ella le preguntó: ‘¿Qué pasó con esta alumna, que
sacó 17 puntos y usted le dijo que estaba aplazada?’ Nos mandó a salir a mi
madre y a mí mientras ella discutía el asunto. Llamaron a mi mamá, y le dijeron:
‘Señora Silva usted disculpe, pero hubo un error efectivamente, errar es de
humanos’. Con lágrimas abracé a mi maestra y ella me besó en la mejilla. Eran
tiempos de perdón”.
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