Tomo
la pluma y escribo la segunda parte de la entrevista que le hice a José
Gregorio Morales Falcón; les solicito formalmente excusas a los lectores de La
Crónica Taquense porque no hubo secuencia entre la parte I y la II: les aseguro
que por motivos que escaparon a mi voluntad pasó esto. Rápidamente les
recordaré que la crónica “Don Goyo Morales” fue publicada el domingo
10-07-2016, donde escribí sobre los aspectos más resaltantes de la vida de este
poblador de Los Taques; por disciplina cronicaria traigo a colación que Morales
Falcón nació en el Hato de Jacuque, el 16-11-1943, llegó a Los Taques a los 18
años, se casó con una taquense, Aidé Margarita Quevedo (difunta), y es padre de
4 hijas; lleva viviendo en la capital del municipio 54 años.
Entre los relatos que me contó Don Goyo me
llaman la atención los siguientes: “Profesor Muñoz Freites, por estos parajes
muchas personas han visto objetos extraños en el cielo, pero no lo cuentan por
temor a que les tilden de locos o de embusteros. Mi hermano Ramiro, dos amigos
y mi persona no sólo vimos uno, sino que tuvimos un encuentro con él. Resulta
que veníamos de la Macolla, y de pronto vimos un aparato que desde lo alto nos
seguía, nos deteníamos y aquella cosa también lo hacía, avanzábamos y hacía lo
mismo; comenzamos a ponernos nerviosos”.
“En un sitio que llaman el Cujicito el
aparato volador, que no hacia ruido, echaba vapor y tenía una especie de
reflector que nos iluminaba, ya que caía la noche, se nos acercó de tal manera
que casi nos rozó las cabezas. Veníamos en bicicleta, y ni cortos ni perezosos
en un recodo del camino nos bajamos y salimos corriendo hacia unos matorrales,
y como pudimos nos escondimos. El objeto estuvo dando vueltas sobre nosotros
como por 10 minutos que nos parecieron horas; y de pronto, con fuerza y a toda
velocidad desapareció disparado hacia el mar”.
“Hay otra historia extraña que quiero
contarle. Resulta que muchos de los que de noche han ido por esos parajes más allá de la Macolla,
desaparecieron sin dejar rastro; se dice que algo misterioso se los llevó y no
se volvió a saber más nunca de ellos, fueron borrados de la faz de estas
tierras, sus mujeres y familiares por largo tiempo lamentaron su ausencia” “¿No
será que la causa de la desaparición de esas personas que usted dice, fue que
imprudentemente se bañaron en las playas prohibidas y se ahogaron?” “No,
profesor, esas gentes que desaparecieron no se metieron en el mar, algunos
andaban cazando conejos y venados por esos parajes, yo que le digo, que allí no
es conveniente ir después que se oculta el sol”.
“Profesor Muñoz Freites”, relata Don Goyo,
“en una ocasión, trabajando en Jacuque desnatando leche y echándole sal junto
con Tirso Arcaya, nos dijo el patrón Hernando Pachano que hiciéramos una
excavación de 2 mts por 1m para instalar la antena de un transmisor de radio
aficionados, su número de identificación era YB1KH, justo al lado de La Piedra
de La Vieja Olimpia, una esclava de don Regino Pachano que según la leyenda
este le dio la libertad y la hizo rica. Estaba excavando y conseguí un cofre
que pesaba como 15 kilos. Lo abrí y contenía cadenas, prendedores, broches,
zarcillos de oro y morocotas (fuertes de oro)”.
“Juancho Cosi, un terciante que cuidaba las
cabras, comenzó a gritar ‘somos ricos’. Justo en ese momento, llegó el dueño de
la casa Hernando Pachano, y me dijo: “Meta ese cofre en la oficina de la radio y
agarre la camioneta y me compra 5 cajas de cerveza en San Antonio, en el Bar
Carmencita”. Nos amenazó que no dijéramos nada, y me regaló 6 cabras que valían
60 Bs y a Juancho le dio los cuatro cauchos de la camioneta que costaban 80 Bs.
A Pachano no se le volvió a ver más. Algunos dicen que se fue a Oriente y
compró un hato de ganado con más de 500 novillas y toretes. Profesor, me
conseguí un tesoro pero no pude disfrutarlo, hoy vivo de mi pensión y de la
ayuda de mis hijas, pero no me siento
enfermo y tengo mi casa”.
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