viernes, 2 de diciembre de 2016

· TUPÍ ·

Edgard Segundo Villanueva Granadillo, “Tupí”, lleva 10 años supervisando el Cementerio de Los Taques, se encarga de mandar a hacer las fosas, controlar el ornato, la limpieza, el mantenimiento, el uso idóneo del cemento, mallas, los bloques y los horarios. Una profesión necesaria y  honorable.
Relata Villanueva: “Nací en Los Taques, el 05-03-1951, mi mamá fue atendida por la partera Julia Reyes de Hernández, ‘Majuya’, en una casa de barro a 50 mts  de la playa Aurora Star, que se le conoce hoy como Aurora. Mis padres se llamaban Juan Manuel Salvador Villanueva Chirinos y María Domitila García de Villanueva, mis abuelos fueron Simón Pineda, Dionisia García de Granadillo, José Villanueva y Tomasa Chirinos. Tengo 8 hermanos: Miguel Reyes, Manuel José, Francisco Antonio, Elio Manuel, Carmen Yolanda, Eira María (difunta), Freddy Tomás y Carmen Guadalupe”.
“Me casó en la casa el prefecto Manchú Millán, el 11-12-1982, con el amor de mi vida, María De Los Santos Chirinos, quien nació en Maitiruma, el 02-11-1957, de esta unión nacieron Edmar Auxiliadora, Maried Carolina, Eddymar Inmaculada y Maired Guadalupe; tengo una sola nieta, María Victoria Ramírez Villanueva de 7 años. Estudié en el Grupo Escolar Los Taques, tenía 2 turnos, de 7 a 11 am y de 2 a 4 pm… recuerdo a mi maestra de 1º y 2º grado, Aidé Josefina Brett; fui también alumno de las maestras Celestina Brett de Aldama y de su hija Nelly Aldama de Querales. El 6º grado lo  cursé con la maestra Noris Salima”.
“Mi abuelo Simón Pineda era curazoleño y dueño de una goleta, procreó hijos en la Vela de Coro y en Los Taques, oriundo del pueblo de Baldos, trigueño que siempre vestía de blanco impecable. Mi padre Manuel Salvador fue capitán costanero en el Puerto Guaranao, de unos cuantos barcos y lanchas que viajaban para Aruba y Curazao, recuerdo el ‘Valencei’, fue el primer barco del que mi progenitor fue capitán, en 1930, a los 20 años. Recuerdo también que la primera ambientalista de Los Taques fue María ‘Vita’ Reyes; ella cargaba un mapire e iba por la calles recogiendo papeles y cartones”.
Dice Villanueva: “En el cementerio por tradición se entierran a los difuntos con la cabeza hacia el sur, no sé de donde viene esta costumbre, dicen que si no se les entierra así, el alma pena y no descansa en paz. Resulta que hace años la urna de un difunto fue enterrada por sus amigos con la cabeza hacia el norte, y haciendo disparos al aire. Al otro día, los familiares le quitaron las planchas y orientaron el ataúd  al sur”.
Continúa Villanueva: “Cuando tenía 6 años había en la casa una radio Phillips, yo le pregunté a mi padre por qué la radio hablaba, y me dijo que adentro habían unos hombrecitos que conversaban. Cuando papá se fue, le metí la mano y por poco me electrocuto. Mi madre corrió y la desenchufó. Al regresar mi padre me dio una paliza y me dijo que nunca había que creer todo lo que a uno le dicen”. 

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