viernes, 2 de diciembre de 2016

· UN CRONISTA CARAQUEÑO ·

Escribió Juan Toro Martínez, cronista de Judibana y de la Refinería de Amuay en su Iibro Amuay 40: “Llegamos a Amuay procedentes de Caracas el 20 de agosto de 1956 para fundar un órgano noticioso; nos encantó esta región de Paraguaná y nos sentimos contentos de pertenecer, desde aquel momento, a la nómina de los trabajadores de la refinería”.
“Como comunicador en el denominado Grupo de Relaciones Industriales, dirigimos y redactamos el periódico “Aquí Amuay”, de tamaño tabloide y de 8 páginas. Fue aquel trabajo una fecunda y alentadora experiencia de periodismo que iniciábamos por primera vez por estos lares”. (El cronista escribía en plural por lo variado de sus colaboradores).
El difunto investigador recibió en 1974 el nombramiento oficial como cronista  de la ciudad de Judibana del Concejo Municipal del Distrito Falcón. En esa condición de cronista y portavoz de la comunidad de Judibana y de la refinería de Amuay, contó la historia de este centro industrial de refinación petrolera del estado Falcón. Escribió el historiador de Judibana: “El acontecimiento industrial de esta refinería data del 7 de mayo de 1946, cuando se inician los trabajos de su instalación”. Si partimos de esta fecha las instalaciones de la refinería estarán arribando el próximo 07-05-2016 a los 70 años de existencia, claro, la puesta en marcha de sus operaciones fue a principios de 1950. La península de Paraguaná es el lugar donde se levanta el inmenso e imponente complejo industrial de la refinería de Amuay.
Por estas tierras señorearon los caquetíos, luego vinieron los invasores europeos quienes en nombre de su Dios y su rey se apoderaron de Paraguaná. Alonso de Ojeda, Juan De La Cosa y Américo Vespucio el 9 de agosto de 1499 avistaron desde sus barcos las tierras paraguaneras. El cronista transcribe la primera crónica sobre la península de Paraguaná, escrita en 1546 por Juan Pérez de Tolosa que aparece en “La Relación de Tierras y Provincias de la Gobernación de Venezuela”.

“Doce leguas de la ciudad de Coro hace la mar una anconada de tierra que casi se podía llamar isla; llámese Paraguaná, y los navegantes la llaman Cabo de San Román; esta provincia de Paraguaná tendrá en redondez veinticinco leguas; es tierra llana y casi en comedio a una sierra que se aparece por la mar navegando; esta provincia es muy abundosa de caza de venados, conejos, perdices, tórtolas, pescados;  no hay río ninguno en toda ella; beben en y muchas veces, cuando hay seca, tienen mucha necesidad de agua los naturales de ella; los indios que ella habitan son de la nación Caquetíos, muy domésticos y amigos de los españoles… Está casi la provincia despoblada, que no hay en toda ella trescientos indios; es tierra sana, que cuando algún hombre enferma en Coro le envían a aquella provincia; hay en ella grandes sabanas, donde, con perros y caballos se matan muchos venados; están poblados con estos indios cuatro poblezuelos”.  

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