El
General Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios fue de
esa clase de seres humanos capaces de sacrificarlo todo por un ideal. Los
hombres pasan, pero sus ideas perduran. Fue capaz de ofrendar sus bienes de
fortuna y su vida; actuaba como pensaba y pensaba como actuaba. Logró dar las
respuestas certeras al momento histórico que le tocó vivir, tuvo un destino
excepcional y de magna trascendencia. Fue un monolítico molde, un hacedor de
sueños de imborrable impronta. Su práctica política y su condición de genial
estratega militar y político le hicieron pasar al mundo de los inmortales, de
los grandes.
En
toda la historia de nuestra América, ninguna vida asume mayor interés ni
dramatismo más intenso que la del extraordinario hijo de Caracas. Estadista
integral, hombre de teoría y acción, ya que logró plasmar sus pensamientos
constitucionales y legislativos, sus estrategias y tácticas guerreras al vencer
enemigos, libertar pueblos y crear naciones. El hecho de casi consolidar una
América Latina unida, una gran nación hispanoamericana, de por sí solamente lo
hacen meritorio a ocupar un lugar entre los grandes benefactores de la
humanidad.
El
General Bolívar muere el 17 de diciembre de 1830, en Santa Marta Colombia a la
1pm, pero no realmente de tuberculosis, sino llevado al patíbulo por los
enemigos de la Patria. No fallece solo, morirán los dos grandes gigantes
juntos: Colombia La Grande y el Libertador, la obra y el genio. Va al sepulcro
no por la enfermedad física, bien que ello puede creerse porque en efecto el
padecimiento era grave, sino que la tisis no era otra cosa que la manifestación
de profundas causas, aunque muchos dicen que lo mandaron a envenenar; en
realidad, el gran sacrificio que hizo porque fuéramos libres y tuviéramos una
Patria independiente y soberana le quitó la vida.
Lo
persiguieron por decretar la educación popular, la justicia social, la
abolición de la esclavitud, la eliminación de la servidumbre de los indígenas,
la nacionalización de las riquezas mineras, el reparto de los bienes incautados
a los antirrepublicanos entre los combatientes patriotas. Lo acusan de
posiciones anticlericales porque reprimió y mandó a fusilar a más de un cura
realista durante la guerra de Independencia. Le desprecian llamándole Longaniza
por su baja estatura y voz chillona, pero hoy es El Gigante de América y su voz
retumba a lo largo y ancho del continente. En su última proclama llama a la unificación
y dice: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la
unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
Venezuela en el siglo XIX tenía 3 millones de habitantes, 1 millón murió
a causa de las guerras de Independencia y Federal, otro millón por el paludismo
y solo sobrevivió 1 millón, de quienes casi todos somos descendientes. Por el
bienestar de todos los venezolanos y venezolanas, que la Paz en Cristo nos
cubra y proteja…
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