viernes, 2 de diciembre de 2016

· LA ENFERMERA·

   A las enfermeras y a los enfermeros les distingue el sacrificio y el desprendimiento por el bienestar del prójimo. Ejercer esta profesión es un apostolado, ya que los enfermos necesitan cuidados y atenciones, y esto lo pudimos apreciar cuando visitamos el Ambulatorio Tipo II “Dr. Gustavo Otero” de Los Taques.
   En este nosocomio observé la gran batalla por la salud y la existencia que médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud realizan por los taquenses. Vamos a escribir aquí, sobre la vida de la enfermera Aurhen Amarilis Enriche Marín, (según sus pacientes de agradable sonrisa y amable trato), quien nació en el Centro de Salud de Judibana, el 24-04-72. Hija de Henry Enriche y Aura Marín, nieta de José de Los Santos Enriche, Delia Falcón de Enriche, Fernando Martínez y Dolores Marín. Hermana de Henry, Heuryn, Heidy y María Guadalupe.
   Me relató la enfermera Enriche: “Saqué el 6° grado en el NER (Núcleo Escolar Rural de El Hoyito), el tercer año en el Liceo Pedro Antonio Leleux y me hice bachiller en el año 1991 en el Parasistema Nocturno que funcionó en esta institución. Realicé un curso de Enfermería de 1500 horas en el Colegio de Enfermería en Punto Fijo. Trabajé como Auxiliar de Enfermera (1990-1991) en Astinave, ingresé al Ambulatorio de Los Taques, en 1991 hice suplencias, fui contratada y hoy soy Enfermera fija. Llevo 25 años ejerciendo la Enfermería”.
   “Como enfermera realizo curas de heridas, inyecto, he atendido partos, he prestado primeros auxilios, atiendo a los pacientes, asisto a los médicos. Me siento orgullosa de mi profesión, ya que ayudo al prójimo y soy útil”.
   “En una oportunidad llegó un niñito con una crisis convulsiva febril; el médico le prestó los primeros auxilios y la otra enfermera (Yamelis Díaz) y yo lo trasladamos en la ambulancia al Hospital de Niños “Dr. Jesús García Coello”; le íbamos colocando oxígeno, suero y compresas de agua fría; al llegar estábamos bañadas en vómito pero felices de haber salvado una vida”.
   “Recuerdo las siguientes anécdotas: en una fiesta de Navidad aquí en el Ambulatorio realizamos el juego del “Amigo Secreto” e intercambiamos regalos. Mi amiga secreta era la cocinera Ramona Díaz, yo dije que deseaba un vestido. Cuando llegó el momento de la entrega de los presentes recibí un paquete, y al abrirlo contenía un vestido roto, viejo, sucio, manchado de humo y grasa: lo acepté y me lo puse, ya que ese era el requisito acordado. Se me salieron las lágrimas. De pronto, me entregaron otro regalo: un vestido nuevo, bellísimo. A la Doctora Pirona le regalaron una oreja, porque una semana antes le había cosido la oreja a un paciente. Nuestras fiestas decembrinas son buenísimas”.
   “En una Fiesta Patronal de Cumujacoa, bailando perdí una sandalia, la busqué en la pista atestada de parejas. Todos pensaron que estaba ebria y soltaron la carcajada, la encontré y alguien dijo: ‘esa sandalia baila sola’.”

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