A las enfermeras y
a los enfermeros les distingue el sacrificio y el desprendimiento por el
bienestar del prójimo. Ejercer esta profesión es un apostolado, ya que los
enfermos necesitan cuidados y atenciones, y esto lo pudimos apreciar cuando
visitamos el Ambulatorio Tipo II “Dr. Gustavo Otero” de Los Taques.
En este nosocomio observé la gran batalla
por la salud y la existencia que médicos, enfermeras y otros profesionales de
la salud realizan por los taquenses. Vamos a escribir aquí, sobre la vida de la
enfermera Aurhen Amarilis Enriche Marín, (según sus pacientes de agradable
sonrisa y amable trato), quien nació en el Centro de Salud de Judibana, el
24-04-72. Hija de Henry Enriche y Aura Marín, nieta de José de Los Santos
Enriche, Delia Falcón de Enriche, Fernando Martínez y Dolores Marín. Hermana de
Henry, Heuryn, Heidy y María Guadalupe.
Me relató la enfermera Enriche: “Saqué el 6°
grado en el NER (Núcleo Escolar Rural de El Hoyito), el tercer año en el Liceo
Pedro Antonio Leleux y me hice bachiller en el año 1991 en el Parasistema
Nocturno que funcionó en esta institución. Realicé un curso de Enfermería de 1500
horas en el Colegio de Enfermería en Punto Fijo. Trabajé como Auxiliar de
Enfermera (1990-1991) en Astinave, ingresé al Ambulatorio de Los Taques, en
1991 hice suplencias, fui contratada y hoy soy Enfermera fija. Llevo 25 años
ejerciendo la Enfermería”.
“Como enfermera realizo curas de heridas,
inyecto, he atendido partos, he prestado primeros auxilios, atiendo a los
pacientes, asisto a los médicos. Me siento orgullosa de mi profesión, ya que
ayudo al prójimo y soy útil”.
“En una oportunidad llegó un niñito con una
crisis convulsiva febril; el médico le prestó los primeros auxilios y la otra
enfermera (Yamelis Díaz) y yo lo trasladamos en la ambulancia al Hospital de
Niños “Dr. Jesús García Coello”; le íbamos colocando oxígeno, suero y compresas
de agua fría; al llegar estábamos bañadas en vómito pero felices de haber
salvado una vida”.
“Recuerdo las siguientes anécdotas: en una
fiesta de Navidad aquí en el Ambulatorio realizamos el juego del “Amigo
Secreto” e intercambiamos regalos. Mi amiga secreta era la cocinera Ramona
Díaz, yo dije que deseaba un vestido. Cuando llegó el momento de la entrega de
los presentes recibí un paquete, y al abrirlo contenía un vestido roto, viejo,
sucio, manchado de humo y grasa: lo acepté y me lo puse, ya que ese era el
requisito acordado. Se me salieron las lágrimas. De pronto, me entregaron otro
regalo: un vestido nuevo, bellísimo. A la Doctora Pirona le regalaron una
oreja, porque una semana antes le había cosido la oreja a un paciente. Nuestras
fiestas decembrinas son buenísimas”.
“En una Fiesta Patronal de Cumujacoa,
bailando perdí una sandalia, la busqué en la pista atestada de parejas. Todos
pensaron que estaba ebria y soltaron la carcajada, la encontré y alguien dijo:
‘esa sandalia baila sola’.”
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