Días atrás escribí sobre un milagro de la Virgen del
Valle que me relató la médica Mónica Argelia Rodríguez. La doctora estuvo de
vacaciones en Villa Marina, municipio Los Taques, cuyas playas se caracterizan
por su suave oleaje, las cómodas posadas, un excelente hotel y el cálido trato
de los prestadores de servicios. Resulta que el niño de una señora se había
tragado una pepa de mamón; desesperada con el pequeño en los brazos, le clamó
en voz alta a la Patrona de Oriente, de la isla de Margarita y de esta
población taquense: “¡Vallita, Madre Dios! ¡que mi hijo se asfixia!, ¡ayúdame,
salva a mi niño!”.
De este suceso no se enteró mucha gente, ya que la médica
retornó a su trabajo en Oriente; no se supo quién era la madre del infante y de
dónde en realidad provenía a ciencia cierta, si era otra turista o habitante de
la región. Pienso que, efectivamente, la doctora Rodríguez merece que se le
mencione en La Crónica Taquense y se den otros detalles sobre su vida, y
aprovecharé para narrar otro milagro que ella me relató. Este le ocurrió cuando
estaba recién graduada y realizaba la ruralidad (Artículo 8) en un ambulatorio
del estado Anzoátegui.
Como introducción, por disciplina cronicaria voy a
escribir un poco sobre la doctora Mónica Argelia; ella nació en Barcelona,
estado Anzoátegui el 25-05-1975, en el Hospital Universitario Luis Razetti, hija
de Arelis Margarita Rodríguez Santana y de José Carmelo Rodríguez San Blas; sus
apellidos coinciden, pero es pura coincidencia, en realidad no son parientes,
ya que su mamá es venezolana y su papá es de las Islas Canarias. Su abuelo
materno se llama Mónico de la Cruz Rodríguez, quien nació en Carúpano el
03-05-1923, día de la Cruz de Mayo, y en honor a él, quien todavía vive, le
pusieron a la galena el nombre de Mónica.
Su abuelo es carupanero, hombre de trabajo, quien se
dedicó primero a vender carne de cochino, luego huevos, harina de maíz,
plátanos, cubitos, bolsas de papel entre otros, con la mayor honradez del mundo
posible, incapaz de quedarse con medio (0,25 céntimos de bolívar) o un real
(0,50 céntimos de bolívar), moneda que en aquellos tiempos se cambiaba a 3,35
bolívares por dólar, cuando las compañías extranjeras se llevaban prácticamente
regalado nuestro petróleo, en complicidad con el sátrapa Juan Vicente Gómez y
sus acólitos en la Venezuela del año ’33; el saqueo de nuestro oro negro era
sin cesar.
La abuela de la doctora Mónica nació en Puerto La Cruz,
el 23-05-1933, y además de criar a sus hijos, ayudaba a su marido a vender los
productos en los alrededores del mercado porteño. En la crónica anterior
mencioné los tíos de la doctora y el nombre de su hija, hermana y hermanos.
Recordaré en esta oportunidad que sacó el 6° grado en el Grupo Escolar Andrés
Eloy Blanco en Puerto La Cruz a los 11 años, se graduó de bachiller a los 16
años y obtuvo el título de Médico Cirujano en la Universidad de Oriente en el
2010, y está realizando en la actualidad la especialización en Medicina para el
Trabajo.
Narra la Dra. Rodríguez: “Realicé la ruralidad en un
ambulatorio tipo I en un pueblo de Anzoátegui, estuve allí un año, y me ocurrió
una anécdota que nunca olvidaré. Estando todos los médicos residentes esperando
para entrar a una reunión, ingresó un trabajador que había recibido un fuerte
impacto en el pecho, por una roca de unos cuantos kilos, lo que le ocasionó un
paro respiratorio y un infarto al miocardio; cuando comenzamos a realizar las
maniobras para salvarle, nos dimos cuenta que al cable conector del equipo de
RCP una rata lo había roído y estaba descargado, el laringoscopio
inexplicablemente tampoco tenía baterías”. “La situación era desesperante,
comenzamos las maniobras de resucitación manual y respiración boca a boca, y nada.
Invoqué por ayuda a la Virgen del Valle, y el señor reaccionó, justo al
momento, y se salvó”.
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