Hay oficios que por la rutina de la
cotidianidad, no se les da su real importancia, es el caso del barbero, de
quien de una u otra manera necesitamos de sus servicios para el corte del
cabello, la afeitada o arreglo de la barba y del bigote, con estilo y de
acuerdo a los cánones de la época que nos toca vivir. Lo que el común de los
mortales llama la buena apariencia. Por lo demás, en el Medioevo los barberos
también cumplían funciones de cirujanos.
Hace días tuve una
amena conversación con uno de los barberos más expertos de Judibana, municipio
Los Taques: Isaías Reyes Fornerino, quien me relató que corta pelo desde 1960
en la Barbería Europa, ubicada en un local de la edificación Los Jardines; en
la actualidad le acompaña su hijo Hermes Reyes Naranjo, el popular “Chivita”,
quien aprendió el arte de manera diestra y con buen estilo, y atiende a los
clientes de lunes a sábado.
Contaba Reyes Fornerino,
conocido por todos como “Yía”: “Yo nací en Gisebo, Moruy, Municipio Falcón, el
06-07-1936. Soy hijo de Sotero Reyes y Flora Fornerino de Reyes, solamente
recuerdo a la abuela Visitación Reyes. Mi madre parió 9 hijos: Jorge, Elvira,
Visitación, Lorenza, Silvano, Israel, Alberto, Candelaria y a mí”. Me casé con
María Josefina Naranjo, mis hijos son Rosa, Rubén, Wilmer, Neira, Iraida,
Gilmer, Ismael, Deixis, Hermes, César, Emilio, Norbelys, Marbelys e Iris; tengo
31 nietos, 12 bisnietos y 2 tataranietos”.
“Estudié en Yabuquiva hasta el 3er grado, en
una escuelita con la maestra Carmen Esther Molina. La primera vez que afeité a
alguien fue en un caserío a donde fui a buscar leche de cabra para una sobrina
que estaba enferma del estómago. Quien me vendió la leche, la señora Zoila
Brett, me preguntó qué si podía afeitar a sus dos hijos: le dije que sí y buscó
una tijera; tardé casi una hora y media”.
“Luego, me enseñó a
cortar el pelo un italiano de nombre Pablo, dueño de la barbería Venecia,
situada en la calle Colombia de Punto Fijo. Trabajé con él unos meses. Hasta
que en 1960 me empleó Luis Bartolo Lugo en la barbería del edificio Jardín;
allí estaban también unas oficinas de la Creole, un banco y un negocio que
vendía licores. El corte era a 4 Bs, y a 5 Bs a partir del 22 de diciembre. El
señor Lugo me daba 1,20 Bs por cada corte. Aún conservo el primer aviso de la
barbería; manejo mi camioneta año 1969 y una de las sillas de barbero es
bastante antigua”.
“Recuerdo que un
borrachito me pagó por adelantado 5 Bs y se quedó dormido, sin embargo le quité
el pelo, pero cuando le fui a afeitar la barba me canceló 5 más, y se volvió a
dormir. Al final se despertó y tercamente pagó el servicio de nuevo. Yo no le
quería aceptar el dinero, pero se puso agresivo y tuve que recibírselo, pero al
mes cuando regresó, le di su vuelto. Luis Bartolo Lugo me vendió la barbería y
se la pagué por mensualidades”.
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