La Licda. Gloria Chávez, influida por el vivo interés que
le ha generado la publicación de LA CRÓNICA TAQUENSE, nos facilitó un folleto
de una investigación que realizó el 01-04-2007 con la Licda. Carmen Sánchez
sobre La Pastora-San Rafael, de la parroquia Judibana del municipio Los Taques;
los relatos recopilados me parecen muy relevantes para la historia del
municipio. He aquí otro de ellos. No olvidemos que la explosión ocurrida el
25-08-2012 en la Refinería de Amuay modificó totalmente el sector.
Escribieron las Licenciadas que Orlando Lugo, vecino del
sector, les narró: “que además de Rosa Isabel Enrich de Lugo y Victoriano Lugo,
otros de los pobladores iniciales de la Pastora Abajo fueron María Navarro de
Pérez, Pedro Antonio Lugo ‘Totoño’, dueño del taller ‘El Reflejo’ y su esposa
Carmen López de Lugo, Juan Coquiz Sangronis, Juliana Puente y su marido Benito
González, la familia Jiménez, Celeste Rodríguez de Freites y la señora Beatriz,
de quien no recuerda el apellido, propietarias del bar ‘El Pacífico’ lo que fue
después ‘Toripollo’.”
“Celeste era también dueña del supermercado ‘La Pastora’,
donde después se ubicó la panadería ‘Virgen del Valle’. Este negocio fue
arrendado a un portugués, más tarde asesinado en la puerta del negocio; también
existía el bar restaurante ‘El Atlántico’ donde se sellaba el 5 y 6, luego allí
funcionó la Agencia de Festejos ‘Negresco’. En ambos bares los obreros
petroleros se echaban sus cervecitas. A La Pastora Arriba llegaban los chivos
propiedad de Antonio Yagua y Nicolás Jiménez, quienes tenían corrales allí, y
también sembraban”.
Una de las primeras habitantes de La Pastora Arriba fue
Doña Petra Hernández, ella en 2007 tenía 99 años, una descendencia de 11 hijos,
4 hembras y 7 varones, 67 nietos, 100 bisnietos y 80 tataranietos, venía de
‘Hato Lindo’, caserío Jacuque, Jadacaquiva, donde trabajó como doméstica con la
familia Sierralta; por aquella época solo existían ‘trillas”, construyó un
rancho en los terrenos de Pedro Manuel Valles.
Doña Petra fue yerbatera, comadrona, rezandera, ‘echaba el agua’, sobaba
las torceduras de pies, brazos y manos y elaboraba muñecas de trapo. Todos la
buscaban por ser una ‘faculta’ en la solución de problemas de salud, dinero,
amor y ‘mal de ojo’. “Yo me casé con una de sus nietas, somos cristianos
evangélicos, y llegué a ser Pastor”, cuenta Orlando Lugo. Esto ocurría
alrededor de 1965.
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