miércoles, 30 de noviembre de 2016

· LOS CONQUISTADORES ·

   Cristóbal Colón en 1492, inició el sometimiento y la servidumbre en el Nuevo Mundo. Sembró las raíces del sistema de vejámenes contra la persona humana en esta Tierra de Gracia al hacer esclavos a los indios. La monarquía de los Reyes Católicos necesitaba mercados, metales preciosos y mano de obra.
   Los conquistadores, vándalos con taras genéticas que venían a bañar de sangre las tierras recién descubiertas, sometían sin tregua a los autóctonos, con la espada en una mano y la cruz en la otra. En las escalinatas de la Catedral de Sevilla, a la sombra de la Santa Cruz, solía reunirse lo peor de España: malandrines, segundones, aventureros sin escrúpulos, mercenarios, exgaleotes, todos llenos de codicia que deseaban marchar a las Indias Occidentales.
   La resistencia fue la respuesta de nuestros aborígenes, quienes no comprendían por qué les venían a despojar de sus tierras, de sus mujeres y a esclavizarlos. Al despuntar el día, no sólo brillaba el sol y el verde intenso del monte, sino también la sangre de los nocturnos combates que los malhechores europeos, con bellaca alevosía, sostenían contra los indígenas.
   La soldadesca violaba a las indígenas y torturaba a los niños. Empalaba y desollaba vivos a los rebeldes que no se sometían a su voluntad. Estos eran los conquistadores que siguieron los pasos de Cristóbal Colón y de Alonso de Ojeda, quien avistó las costas de Paraguaná por primera vez el 09 de agosto de 1499; y en su segundo viaje en 1502 (según la creencia, ya que no hay documento histórico que lo evidencie) supuestamente desembarcó en Tierra Firme, en lo que hoy es el sector La Playita, de Santa Cruz de Los Taques.
   El enemigo de los dueños de estas tierras trazó una sórdida política contra los indios: hacerlos prisioneros para venderlos como mercancía en Santo Domingo y España, esclavizarlos para la servidumbre o para las largas y agotadoras jornadas del campo, o aniquilarlos mediante la guerra genocida para apoderarse de sus tierras. Todo ello redujo la población.
   No impulsó a los conquistadores establecer un nuevo modo de vida; ya que su objetivo era enriquecerse con el oro y las perlas. No por otra razón los españoles aniquilaron a los pobladores de Cubagua y sus proximidades en inhumanas labores de inmersión en búsqueda de perlas, y matando a azotes a los rebeldes recapturados, y como escarmiento se divertían mutilando las narices a los hombres y los senos a las mujeres, para que no amamantasen a sus bebés; azuzaban a los perros de presa para que destrozasen a los amerindios.

   ¡Por Cristo, es insólito que escogieran estas fechas para glorificar a los matarifes de 150 millones de indígenas a lo largo y ancho del Continente!

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