Cuenta Francisco Antonio Falcón Bustillo, popular
habitante de Cerro Norte nacido el 17.11.1942, que los taquenses celebraban la
Navidad con fervor religioso, con pesebres y cantando aguinaldos, asistían a la
Misa de Gallo y en Nochebuena cenaban en familia y brindaban con vino, comían
las hallacas, el chivo asado o al talkarí, ensalada de gallina y dulces
típicos; se hacían presentes y los infantes se acostaban temprano en espera de
los regalos del Niño Jesús; también se parrandeaba en las pascuas y el 28, “día
de los Locos”, muchos se ponían máscaras y corría el ron.
Al principio del reinado de Tiberio César, un suceso
trastocó la historia e inició una nueva era. En la aldea de Belén, en el Medio
Oriente, remoto lugar del Imperio Romano, nace el Hijo de Dios. Adviene el
amor, la fe y la esperanza. La tradición afirma que nació el 25 de diciembre,
otros aseguran que fue en septiembre.
Jesús, el Cristo, creció en una comunidad rural de
Palestina: Galilea, lugar de gente humilde, sencilla y piadosa. No se sabe cómo
fue su vida desde la infancia hasta los años en que comienza a predicar; se
desconocen sus maestros y dónde estudió. Apenas se conoce que su madre era María
la Virgen, su padre adoptivo el carpintero José, y que descendía del Rey David.
Jesús fue un exegeta, un intérprete extraordinario del Antiguo Testamento que
enseñó la palabra de Yahvé y aportó ideas magistrales que complementaron en
unos casos y superaron en otros la antigua Ley de Moisés. Hizo milagros, sanó
leprosos y paralíticos, anunció los tiempos finales, la Parusía (su regreso) y
el Reino de Dios.
Predicó humildad, desprendimiento, confianza en el
Altísimo, templanza, caridad, generosidad, arrepentimiento; lo indisoluble del
matrimonio, el amor al prójimo y a los enemigos, la eficacia de la oración y el
perdón de los pecados. Condenó la mentira, la envidia, la soberbia, la
avaricia, la lujuria, la gula, la pereza, la maledicencia, la malevolencia, la
hipocresía y la ira. Reprendió el vivir sólo para atesorar: “Difícilmente
entrarán en el Reino de Dios los que procuran riquezas”. Es más fácil que pase
un camello por el ojo de una aguja que un rico entre al Reino de los Cielos”.
“Bienaventurados los perseguidos por la causa de la justicia, porque de ellos
es el Reino de los Cielos”. Habla de un Dios de amor y perdón, a diferencia de
los otros profetas, quienes le recordaban al pueblo la cólera de Jehová y sus
rigores.
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