sábado, 12 de noviembre de 2016

· JESÚS DE NAZARET, EL MESÍAS ·

Cuenta Francisco Antonio Falcón Bustillo, popular habitante de Cerro Norte nacido el 17.11.1942, que los taquenses celebraban la Navidad con fervor religioso, con pesebres y cantando aguinaldos, asistían a la Misa de Gallo y en Nochebuena cenaban en familia y brindaban con vino, comían las hallacas, el chivo asado o al talkarí, ensalada de gallina y dulces típicos; se hacían presentes y los infantes se acostaban temprano en espera de los regalos del Niño Jesús; también se parrandeaba en las pascuas y el 28, “día de los Locos”, muchos se ponían máscaras y corría el ron.  
Al principio del reinado de Tiberio César, un suceso trastocó la historia e inició una nueva era. En la aldea de Belén, en el Medio Oriente, remoto lugar del Imperio Romano, nace el Hijo de Dios. Adviene el amor, la fe y la esperanza. La tradición afirma que nació el 25 de diciembre, otros aseguran que fue en septiembre.
Jesús, el Cristo, creció en una comunidad rural de Palestina: Galilea, lugar de gente humilde, sencilla y piadosa. No se sabe cómo fue su vida desde la infancia hasta los años en que comienza a predicar; se desconocen sus maestros y dónde estudió. Apenas se conoce que su madre era María la Virgen, su padre adoptivo el carpintero José, y que descendía del Rey David. Jesús fue un exegeta, un intérprete extraordinario del Antiguo Testamento que enseñó la palabra de Yahvé y aportó ideas magistrales que complementaron en unos casos y superaron en otros la antigua Ley de Moisés. Hizo milagros, sanó leprosos y paralíticos, anunció los tiempos finales, la Parusía (su regreso) y el Reino de Dios.

Predicó humildad, desprendimiento, confianza en el Altísimo, templanza, caridad, generosidad, arrepentimiento; lo indisoluble del matrimonio, el amor al prójimo y a los enemigos, la eficacia de la oración y el perdón de los pecados. Condenó la mentira, la envidia, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la gula, la pereza, la maledicencia, la malevolencia, la hipocresía y la ira. Reprendió el vivir sólo para atesorar: “Difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que procuran riquezas”. Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre al Reino de los Cielos”. “Bienaventurados los perseguidos por la causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Habla de un Dios de amor y perdón, a diferencia de los otros profetas, quienes le recordaban al pueblo la cólera de Jehová y sus rigores. 

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